A pesar de todo lo que nos ha sucedido a los argentinos, vale destacar con espíritu de grandeza, que vivimos un tiempo de renovadas esperanzas. Reconocer, como dice José Narosky, que a veces “hay quien arroja un vidrio roto sobre la playa, pero hay quien se agacha a recogerlo”.
Porque de eso se trata justamente, no de imitar las conductas desaprensivas, sino de ser solidarios. Y la solidaridad bien entendida, comienza siempre por casa. Por eso, para favorecer cambios en actitudes y conductas ajenas, tenemos que predicar con el ejemplo.
A veces escuchamos decir que “no se puede”, que “falta tiempo” y en otras ocasiones, que a nadie le interesa la cuestión de los valores, porque estamos viviendo en una sociedad muy materialista, en el contexto de una cultura hiperconsumista del “úselo y tírelo.”
Sin embargo hay que pensar como dice el viejo refrán “querer es poder”. Pero hay que ser conscientes justamente que lo primero es querer, vale decir amar, valorar profundamente lo que intentamos hacer.
Porque si nosotros mismos no estamos convencidos y no tenemos fe y esperanzas de que es posible cambiar la realidad, muy difícilmente vamos a poder convencer a otros de lo que estamos proponiendo hacer.
A veces nos pasa que no podemos comprender determinados comportamientos, no terminamos de entender las nuevas ideas, la nueva escala de valores con que se conducen los más jóvenes, los otros, los diferentes a nosotros. Pero es que como dice nuevamente Narovsky en sus aforismos, “la incomprensión, más que la imposibilidad de comprender, es la imposibilidad de sentir”.
Y la esperanza que debemos tener, no es la de una esperanza pasiva. Es decir la actitud de aquellos que enarbolan sus derechos y demandan las soluciones de los demás, llámese familia, escuela, partidos políticos, Estado, gremios, Entidades de bien público, etc. Porque como expresó Erich Fromm “la espera pasiva es una forma disfrazada de desesperanza y de impotencia.”
Al contrario debemos ser portadores de la esperanza activa.
Porque la Esperanza es “un estado, una forma de ser”, es “estar presto en todo momento para lo que todavía no nace...”. Es reconocer que cada derecho entraña una obligación a la que debemos estar predispuestos a cumplir. Y para no desesperarnos, hay que tener fe, hay que creer, no en un futuro venturoso, sino en un presente cargado de riesgos y oportunidades, del que tenemos que ocuparnos, no solamente preocuparnos, para ver como entre todos podemos encontrar las mejores soluciones.
Elegir libremente que camino queremos recorrer, si la espera del Mesías de la política, el líder carismático y salvador o el de construir con nuestra participación solidaria, fraterna y altruista una comunidad sólida y madura, sobre la base de estar siempre “listos para actuar”.
“A los hombres les gusta consolarse de las miserias del mundo soñando con un tiempo ideal; algunos lo colocan en el pasado, otros en el futuro”. Por eso, a lo mejor los jóvenes, que sólo viven el presente pueden estar acertados. Si el futuro no existe y el pasado es inmodificable, es oportuno entonces que actuemos aquí y ahora.
(*) José Francisco de San Martín
Luis: Te felicito sinceramente por este artículo!!!! Sin dudas sos como gardel: Cada día cantás mejor...! Un abrazo.
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