La editorial Torres Agüero publicó hace unos cuantos años un libro titulado “Recuerdos de un médico rural”, escrito por el doctor René G. Favaloro.
Hoy existe allí un museo, con algunas de sus pertenencias, en la misma casa que habitó con su esposa y donde funcionara su consultorio.
Todavía circulaban los ferrocarriles en la Argentina. Por eso es que la entrada, con el flamante diploma, la hace desde Bahía Blanca.
En la tapa está inserta una foto de Paúl Anguzar un fotógrafo pampeano ya desaparecido.
Es interesante la apreciación que sobre el clima de La Pampa hace este compatriota, que siempre guardaba un recuerdo muy especial para la gente de la zona y en particular, de los más pobres.
Dice Favaloro: “Jacinto Arauz es una gran parte de la parte más rica de mi vida.” Y agrega a continuación: “Durante los once años que viví allí, en el camino de regreso a mi casa, con frecuencia me dejaba cautivar por los hermosos atardeceres y me detenía en el camino.”
A continuación interroga al entrevistador: “¿Sabía usted que los atardeceres de La Pampa son fascinantes, quizá por el clima seco y los fuertes vientos que golpean sobre las nubes?
Y a modo de reflexión expresa: “Me detenía, y mientras el cielo se encendía con colores tornasolados que cambiaban a cada instante, mis sueños y utopías se entremezclaban con las nubes.”
Hermosos recuerdos y exquisitas asociaciones de este gran hombre al que muchos pampeanos y argentinos le deben la vida, y que no merecía que la suya terminara con semejante determinación.
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