En el mes de enero del presente año 2014 apareció este libro que lleva por título "La impronta del pasado", escrito por la Profesora Gladys Pelizzari que se refiere a 25 de Mayo, el pueblo que está situado en la margen izquierda de nuestro río Colorado, que nos sirve de límite sur.
Conocí por primera vez la ex Colonia 25 de Mayo a fines del año 1971, cuando acompañé a un grupo de alumnos de nuestra Escuela Provincial de Comercio Félix Romero, de Victorica. Cito esto, porque como dice la autora la primera sensación cuando estábamos llegando fue la "fuerza del paisaje" que impone su presencia no sólo desde lo visual, sino con sus aromas y sus ruidos.
Nosotros estuvimos de paso, de modo que no pudimos conocer las "vivencias, costumbres, sabiduría popular" de esa comunidad "tan particular" como lo ha hecho la docente Gladys Pelizzari quien se afincó y ha convivido con quienes van dejando su influjo en aquella comarca, desde el año 1968.
Ella nos dice en la presentación que allí hay "fuertes raíces tradicionales" y de eso se ocupa en su libro que en muchas de las historias de vida que va desgranando, surgen naturalmente, porque es la forma de vida, esa precisamente que se ha transformado en una impronta.
Estos "héroes anónimos" como los considera, son los protagonistas de estas historias, relatos y anécdotas que conforman una historia regional, que es preciso recuperar y traer a la memoria, porque esas vidas, esas "gestas cotidianas" como dice la escritora son parte de nuestra identidad que los pampeanos necesitamos continuar arraigando.
La escritora recibió el año 2007 el Premio Testimonio que entrega el Gobierno de nuestra provincia de La Pampa. Allí tuve la oportunidad de saludarla y felicitarla además de enterarme que hacía poco había presentado su libro "Reseña histórica de la obra de los salesianos en el suroeste pampeano", que posteriormente en amable gesto me hizo llegar y que después de leído guardo en mi biblioteca y consulto cuando tengo que escribir sobre ese tema.
Su primera "Historia de Colonia 25 de Mayo" apareció el año 2001 y a partir de allí no ha cesado de publicar, por lo que ella también está dejando su huella, con su estilo propio en el campo de las letras que hablan de la historia, la geografía, de la cultura y en fin de la vida de ese pueblo fronterizo que la atrapó y que ahora nos permite conocer más de cerca con trabajos como este.
La escuela pampeana necesita que se escriban más libros de nuestros pueblos de La Pampa, porque está aún pendiente el desafio de hacer de ella el instrumento para crear y recrear nuestra cultura regional. La educación pampeana debe comenzar por lo local, luego avanzar hacia lo regional, para integrarse posteriormente a un proyecto de Nación que necesitamos compartir más profundamente.
Necesitamos trabajos como este, porque la fuerza de la globalización borra las identidades, desmerece los protagonismos lugareños y uniformiza con la televisión a lo que se ha sumado ahora la internet, por la que circulan materiales buenos y otros de dudosa calidad y contenidos que no tienen demasiado que ver con lo nuestro.
Pero además porque hay mucha información circulando, pero eso no es sinònimo de conocimientos. Por eso este libro debe ser bienvenido, porque su autora ha actuado como una experta jardinera, seleccionando, jerarquizando con su propio sello lo que realmente tiene valor y dejando pasar aquello que el tiempo dirá cual será su destino.
Voy a transcribir aquí una de sus bellas páginas titulada "Familias chacareras pioneras: Los Larrazabal"
"En El Sauzal, las acequias
hace ya un siglo que cantan."
Edgar Morisoli. "Cancionero del Alto Colorado"
"La familia Larrazabal tiene raíces profundas en la costa del Colorado. Antes que se fundara la "Colonia Agrícola y Pastoril 25 de Mayo", don José Larrazabal llegó desde la Provincia de Vizcaya (España), junto con sus primos Cándido y Rafael Rodríguez, primero a Allen (Río Negro) y en 1902 se establecieron en El Sauzal, donde ocuparon tierras fiscales. En 1903 se casó en Puelén con Donatila Méndez, que había llegado desde Chile en 1890.
Durante la trágica jornada del 30 de diciembre de 1914, José puso a salvo a toda su familia en un carro tirado por bueyes. Cuando llegaron a la barda, ataron una tela blanca a un palo y la enarbolaron a modo de bandera, para indicar su pedido de auxilio.
La creciente se llevó su casa y todas sus pertenencias. Inmediatamente se dispuso a construir una nueva vivienda con muros de adobe. Volvió a emparejar 30 has para destinarlas al cultivo de alfalfa, alamedas, frutales y huerta. José tenía además un "Puesto", porque la base de la economía familiar era la ganadería extensiva en la planicie. Tuvieron siete hijos: Enrique José, Ricardo Valentín, Eufemia, José Enrique, Juana, Donatila y Luisa.
Detrás de cada pionero existe una historia de vida, con sinsabores y alegrías. José llegó un día hasta El Sauzal lleno de esperanza y debió enfrentar muchas adversidades. Junto a su familia, concretó hazañas cotidianas para dar forma al mosaico de la sociedad actual."
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