domingo, 14 de agosto de 2011

ALFREDO GESUALDI

De lustrabotas a "oráculo" lugareño.
En el denominado “Barrio Latino” de Victorica, del entonces Territorio Nacional de La Pampa Central, a principios de la década del veinte del siglo XX, vivía la familia del italiano Anunciado Gesualdi, que había formado su hogar con una paisana, cuya familia residía en la misma manzana.
Don Anunciado desposó a Teresa Piccolomini, a quien había entregado su corazón, probablemente en alguna de las reuniones bailables que solían realizarse en la Sociedad Italiana, a una cuadra de sus propias viviendas.


Anunciado fue uno de los fundadores de la Asociación de Socorros Mutuos “Humberto 1º” que inauguró a principios de la década del Centenario de Argentina un espléndido salón.
De esa unión nacieron once hijos. Tres varones y ocho mujeres. Típica familia numerosa de los estratos sociales más pobres de aquellos tiempos.




El 25 de noviembre del año 1921, llegó al seno de la familia el segundo varoncito, al que bautizaron con el nombre de Alfredo.
Por ésos años don Anunciado trabajaba de alambrador. Recién después de la década de la abundancia, luego de la llegada del ferrocarril a la zona en 1908 y con la Argentina constituida en “el Granero del Mundo”, exportadora de lanas, cueros, carnes y cereales, los campos de la zona comenzaron a alambrarse. Había mucho trabajo para las comparsas de esquiladores, para los troperos y para los alambradores.



Ese mes de noviembre en Victorica llovió 27 milímetros y el año cerró con un total acumulado de agua caída de 638 milímetros, por encima de la media. El italiano Pascual Mazzuco, en su chacra, a tres o cuatro cuadras de la vivienda de los Gesualdi hacía maravillas en su quinta de hortalizas y frutales.
Alfredo creció y cuando llegó a los siete años de edad fue el momento de ir a la escuela. El año 1928 todo el vecindario de Victorica, escuchó el 12 de octubre el repique inaugural del flamante campanario de la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, al que don Félix Berazategui instaló en la torre.




Alfredo asistió de primero a cuarto grado del nivel primario del Colegio, su hermano Isidro había sido de los primeros alumnos cuando abrió por primera vez sus puertas el año 1923, la escuela de la Misión Salesiana de Don Bosco, en la que supieron trabajar varios curas italianos, entre ellos el recordado Juan Roggerone, apodado “cura gaucho” y luego José Durando “El Apóstol del Oeste Pampeano”.
Así iba transcurriendo la vida del niño Alfredo, hasta que de repente, el año 1931 se produce el fallecimiento de su padre, cuando sus diez años todavía no le permitían aceptar la tragedia humana. Su hermana Dora, la menor, (casada años después con Ricardo Guzmán), contaba tan sólo con once meses.



A partir de ese momento la vida de los Gesualdi-Piccolomini, sin el jefe de familia que proveía los ingresos para la manutención, se complicó mucho más, porque al drama familiar, se sumó la crisis de la década del treinta, en la que escaseó el trabajo y avanzó la pobreza.
Eso impulsó a los miembros de la familia a intensificar el trabajo personal, comenzando por el que realizaban en su propia casa, la que tenía un solar, en la cual había una quinta, un gallinero y un molino con tanque de agua.



De allí obtuvieron pollos, huevos, verduras y algunas frutas del parral y otras plantas como perales y membrillos. El excedente del consumo lo vendían a los vecinos.
Recuerdo haber ido con mi primo Coco Cesanelli a esa casa, a principios de la década del 50, a juntar el fruto carnoso y dulce del Nopal, de cuyas plantas había muchas, en el costado que daba para el lado de los médanos.
Alfredo y sus hermanas/os hicieron eso, para ayudar a su madre y sus hermanos menores. También fue lustrabotas (en aquella época la gente que mayoritariamente vivía en el campo todavía, utilizaba botas), fue también vendedor de diarios y repartidor-vendedor de pan a domicilio en un carrito de dos ruedas.




Después fue “boyero” en la estancia “La Guarida” cercana al pueblo, allí aprendió a andar a caballo y a conocer las costumbres de los animales, sobre todo ovejas (la mayoría) y algunas pocas vacas.



Tiempo después trabajó en la carnicería de don Alfredo Belén, cuyo local estaba situado donde actualmente es el domicilio de la familia de Julio Pagella.
Cada vez que don Belén hacía asado y eso era bastante común, lo mandaba a Alfredo al Almacén “Los Vasquitos”, que estaba en la esquina donde actualmente está situada la firma Calandri y Cía. a cargo de los hermanos Balbi, a traer vino suelto en una pava.



Cuando ya tenía diecinueve años, el señor Guido Nievas, conociendo la capacidad de trabajo como empleado de comercio, y fundamentalmente su honestidad, lo lleva a Rucanelo a trabajar en la casa de Ramos Generales del señor Álvarez, que tenía mucho trabajo, dado que atendía cinco obrajes en los alrededores de donde se extraía leña, postes y varillas del bosque de caldén, que había visto reactivar su explotación porque comenzaba la segunda Guerra Mundial en Europa.
Al cumplir los veinte años se incorpora al servicio militar obligatorio en la base de la Marina Argentina en Puerto Belgrano, (Punta Alta, provincia de Buenos Aires).
De regreso a Victorica ingresa a trabajar en el Almacén de Ramos Generales de los hermanos Imbelloni. Posteriormente se casará con Francisca Vicenta Imbelloni, hija de don Vicente, el socio administrador de la firma.



De ese matrimonio nacerán tres hijos, Alfredo Eduardo, María Angélica y Luis Alberto.
Domingo Di Dio, que fue presidente del Club Cochicó desde el año 1937 al año 1945 ininterrumpidamente, y que vivía en la casa vecina a la de los Gesualdi, es quien lo invita a Alfredo que se incorpore al equipo de futbol que ya vestía la casaca con la banda roja en diagonal.
Jugó con el número 2 y 3 hasta los treinta y cuatro años en que abandona definitivamente la práctica activa de ese deporte.
Después fue Presidente del Club en los años 1956-57 y 1960-61.




El 2 de Septiembre del año 1955, el azar cambió la vida ajustada y difícil de Alfredo Gesualdi, que lo había obligado a trabajar desde niño, alejándose de la escuela tempranamente.
Ese día su tío, “Pipo” Piccolomini le hace conocer que ha tenido la suerte de sacar el premio mayor de la Lotería Nacional con el número fijo que venía jugando el 10.611, con un premio de 200.000 pesos moneda nacional de curso legal.


Viaja a la provincia de La Rioja donde le pagan el neto del premio que alcanzó a la fabulosa cifra de m$n 156.000. Con ese monto hizo arreglar su vivienda y se convierte en comerciante autónomo. Abre una Barraca bajo el nombre de “El Cimarrón” y después una casa de comercio con el nombre de fantasía de “Líder Sport”, que como lo indica, tenía mercadería relacionada con la nueva juventud, aunque también con la vida tradicional de un Victorica que todavía no tenía asfalto, ni teléfono, ni agua potable corriente.



Lo conocí personalmente y lo traté a Alfredo Gesualdi a partir del momento que ingresé a trabajar en la cantina del Club Social desde fines de 1958 hasta mediados del año 1962. El era uno de los tantos socios que diariamente al mediodía y por las noches llegaba hasta las instalaciones del Club Social que supo tener una villa a la entrada y luego mesas donde se jugaba a distintos juegos a veces por la vuelta y otras por un pozo en efectivo al que todos debían depositar previamente.



Después en la década del setenta el Club habilitó canchas de bocha y Alfredo era uno de los más hábiles bochófilos. También integró la Comisión Directiva del Club Social.
Alfredo había sido una de las personas que integró la Comisión fundadora del Instituto de Enseñanza Media Básica “Félix Romero”, creada en el año 1958. El año 1970 tuvo la satisfacción de ver egresar a su hija María Angélica diplomada de esa escuela, como Perito Mercantil y como abanderada por sus altas calificaciones.
También integró la Comisión de la Liga de Fútbol del Oeste Pampeano en la década del sesenta.



Por otro lado y fiel a su espíritu de colaborador de las actividades comunitarias fundamentales para Victorica, fue integrante de la Comisión de la Cooperativa de Electricidad de Victorica Limitada.
Después, cuando su hijo Luis ingresó a la Escuela Agrotécnica, él se incorporó a la Comisión de la Asociación Cooperadora de dicho establecimiento.



En la década del setenta, cuando su hijo Alfredito comenzó a incursionar en el folklore, abrió la puerta de su casa para que los referentes del cancionero pampeano pudiesen tener un lugar de encuentro. Por allí pasaron “El Bardino”, “El Penca” Bustriazo, y Guillermo Mareque, entre otros, como ha recordado Néstor Massolo.
Luego cuando vino la década del ochenta y se repuso el sistema democrático, también su casa se llenó de jóvenes que, mate mediante discutían como hacer más justa nuestra sociedad, después de la larga noche de la dictadura.
Sus hijos Alfredo Eduardo y Luis Alberto le dieron la satisfacción de haberse convertido en los referentes provinciales del cancionero regional de La Pampa, con temas nacidos con letra y música de su propio cuño.



Sus últimos años lo encontraron convertido en el “Oráculo Victoriquense”, a quien recurría todo quien tuviera interés en conocer algo de la historia pueblerina y de la comarca regional, de la que conocía bastante, por haber andado recorriéndola con su camioncito como vendedor, por el sur de San Luis, todo el noroeste, 25 de Mayo y hasta Catriel, (Río Negro) en la década del sesenta.
Falleció el pasado 4 de agosto del año 2011 a la edad de 89 años, lo sobrevivieron sus hermanas Dominga y Clora.

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