Antes de morir el 26 de julio del año 1952, Evita terminó de escribir un texto de su puño y letra, que tituló “Mi Mensaje”. De ese texto extraigo el párrafo 24 que lleva el título que utilizo para esta nota.
Se presume que el texto haya sido elaborado y dictado probablemente después de septiembre de 1951 y días antes de su muerte.
“Los ambiciosos”
“Enemigos del pueblo son también los ambiciosos. Muchas veces los he visto llegar hasta Perón, primero como amigos mansos y leales, y yo misma me engañé con ellos, que proclamaban una lealtad que después tuve que desmentir.
Los ambiciosos son fríos como culebras pero saben disimular demasiado bien. Son enemigos del pueblo porque ellos no servirán jamás sino a sus intereses personales. Yo los he perseguido en el movimiento peronista y los seguiré persiguiendo implacablemente en defensa del pueblo.
“Son los caudillos.
Tienen el alma cerrada a todo lo que no sean ellos. No trabajan para una doctrina ni les interesa el ideal. La doctrina y el ideal son ellos. La hora de los pueblos no llegará con ningún caudillo porque los caudillos mueren y los pueblos son eternos."
"Por eso es grande Perón, porque no tiene otra ambición que la felicidad de su pueblo y la grandeza de su Patria. Y porque ha creado una doctrina –una doctrina es un ideal- para que su pueblo siga su doctrina y no su nombre.
“Yo pienso, en cambio, que los pueblos cuando encuentran un hombre digno de ellos, no siguen su doctrina, sino su nombre. Porque en el hombre y en el nombre ven encarnarse a la doctrina misma y no pueden concebir la doctrina sin su creador".
“Por eso yo no puedo concebir al justicialismo sin Perón, y por eso he declarado tantas veces que yo soy peronista, no justicialista. Porque el justicialismo es la doctrina, en cambio el peronismo es Perón y la doctrina. ¡La realidad viva que nos hizo y que nos hace felices!”
Las frases y los juicios valorativos de Evita, suenan hoy mucho más que antes, como duras, algunos podrán decir intolerantes, otros podrán acusarla de fanática. Pero para tratar de comprender el clima de aquellos meses, no hay que olvidar que están escritas después que el primer gobierno del General Perón había sufrido la conspiración del 28 de septiembre de 1951 encabezada por el general Benjamín Menéndez. Que por presiones de sectores del Ejército y otros grupos de presión Evita había renunciado a su candidatura a la Vicepresidencia de la Nación, a la que la había encumbrado el movimiento obrero organizado en la CGT.
Por otra parte, el contexto macroeconómico tenía dificultades y Perón había lanzado un plan de austeridad y de ahorro, tratando de evitar recurrir a los empréstitos externos. Eso era aprovechado por los opositores para profundizar sus críticas ante la posibilidad de reelección en 1952.
“Los caudillos en cambio, los ambiciosos, no tienen doctrina porque no tienen otra conducta que su egoísmo. Hay que buscarlos y marcarlos a fuego para que nunca se conviertan en dueños de la vida y las haciendas del pueblo. Yo los he conocido de cerca y de frente, y algunas veces incluso me han engañado, por lo menos momentáneamente.
Hay que identificarlos y hay que destruirlos. La causa del pueblo exige nada más que hombres del pueblo que trabajen para el pueblo, no para ellos.
En esto se distinguen los ambiciosos: en que trabajan para ellos; nada más que para ellos."
"Nunca buscan la felicidad del pueblo; siempre buscan más bien su propia vanidad y enriquecerse pronto. El dinero, el poder y los honores son las tres grandes “causas”, los tres “ideales” de todos los ambiciosos. No he conocido ningún ambicioso que no buscase alguna de estas tres cosas o las tres al mismo tiempo”.
Su lucha inclaudicable, no le hacían escatimar esfuerzos, pues mientras combatía con su filosa pluma y su palabra inflamada de mística, a los imperios, los ambiciosos, los privilegiados y la oligarquía, continuaba impulsando el voto femenino, la federalización de los Territorios Nacionales, ante el Congreso, atendiendo desde la Fundación las necesidades de los humildes y desheredados. Ella sabía que se le iba la vida, pero no transigió con las injusticias, ni bajó ninguna de las banderas para darle más derechos y más libertad e igualdad a los niños, a las madres, a las mujeres y hombres ancianos que constantemente pedían ser atendidos por ella o le escribían cartas solicitando su ayuda.
“Los pueblos deben cuidar a los hombres que elige para regir sus destinos. Y deben rechazarlos y destruirlos cuando los vean sedientos de riqueza, de poder o de honores.
“La sed de riquezas es fácil de ver. Es lo primero que aparece a la vista de todos. Sobre todo a los dirigentes sindicales hay que cuidarlos mucho.
“Se marean también ellos y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición es nada más que un ambicioso; pero cuando un dirigente sindical se entrega al deseo de dinero, de poder o de honores es un traidor y merece ser castigado como un traidor.
“El poder y los honores seducen también intensamente a los hombres y los hacen ambiciosos. Empiezan a trabajar para ellos y se olvidan del pueblo.
“Esa es la única manera de identificarlos. El pueblo tiene que conocerlos y destruirlos. Solamente así, los pueblos serán libres. Porque todo ambicioso es un prepotente capaz de convertirse en un tirano. ¡Hay que cuidarse de ellos como del diablo!”
El estigma que dejó clavado en “Mi Mensaje”, abarca no sólo a estos personajes, sino también a las jerarquías del Ejército y de la Iglesia Argentina, por todos los privilegios que ostentaban y que ella odiaba. Los párrafos más ácidos e incendiarios están dirigidos contra el Imperialismo y la Oligarquía.
Por eso y por otros párrafos donde se refiere a sus deseos con respecto a sus bienes y los de la Fundación “Eva Perón”, como al producido por la venta de sus libros “La Razón de mi vida” y este que estoy comentando y que se debía editar, llevó, después de su muerte, a que sus hermanas declararan este texto como falso.
Sin embargo el juez de la causa en primera instancia Alejandro César Verdaguer dejó escrito este párrafo en su sentencia conocida el año 2006: “En síntesis –dice el fallo- las iniciales contenidas en el texto serán atribuidas a María Eva Duarte de Perón por cuanto así lo determinó el perito, y existen otros elementos de prueba que apuntan en esa misma dirección. En consecuencia, tendré a María Eva Duarte de Perón por autora de la obra: “Mi Mensaje”.
El año 1994 me encontré en mi acostumbrada visita por las librerías de Buenos Aires con un libro de 99 páginas que en la tapa en grandes letras rojas y azules decía “Eva Perón. Mi Mensaje” y como subtitulo “El Testamento silenciado de Evita”, que fue editado por Alberto Schprejer.
Según dice el fallecido historiador Fermín Chávez, el escribano de gobierno Jorge Garrido, a quien le tocó hacer el inventario de los bienes para los usurpadores del poder de la “Revolución Libertadora” de 1955, él tomó la decisión de llevarse a su casa el manuscrito de 79 carillas inicialadas por Eva Perón, convencido de que sus mandantes lo hubiesen destruido.
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