Después de terminar la escuela primaria en su pueblo natal, se vino a Santa Rosa a continuar sus estudios en la Escuela Técnica, que por aquellos años aún mantenía abierto el internado para alumnos del interior de La Pampa.
Aquí se encontró con "Cacho" Peralta que trabajaba en ese tiempo de celador en dicha escuela. Tony fue amante del fútbol desde niño, así que cuando llegó a la escuela se integró a los equipos amateurs. Pero la suerte quiso que cierta vez Pity Kramer le comunica a Peralta que necesita la participación de más jóvenes para los juegos deportivos provinciales.
Alguien recordó, porque ya lo había observado, que Tony era buen saltador y ahí nomas lo anotaron para participar de la competencia de salto en alto.El joven Tony les dio una gran alegría porque saltó 1,70 metros, con cuya marca se consagró Campeón Regional.
Después uno de sus profesores de apellido Dal Bianco, una familia muy ligada al Club All Boys de Santa Rosa, lo acerca a la institución y Tony debutará en la cuarta, luego en la tercera y como su desempeño era satisfactorio llegó a jugar algún partido en primera. En septiembre de 1970 en la primera final, contra el Atlético Santa Rosa, All Boys presenta su tercera en cuya escuadra estaba Pescara.
Pero Tony luego que recibe su título de Maestro Mayor de Obras a fines del año 1969, le tira el monte y deja la ciudad. Se va nuevamente a sus pagos y ahí comenzará su carrera profesional, pero también la gran oportunidad de enrolarse en el equipo del Club Cochicó, el eterno rival de Telén.
Tony ingresa luego en la Escuela Agrotécnica como Auxiliar Docente, de alumnos externos y también internos que provenían de distintos lugares de La Pampa y de la región. Se puso de novio y luego se casó con Omi Pagella. Luego construyeron su casa propia, en cuyo hogar nacieron sus hijas.
A mediados de la década de 1970 fue uno de los delanteros del plantel, integrado por jugadores de Telén y de Victorica, con el cual el Club Cochicó ingresó a competir en la Liga Cultural con los equipos grandes de Santa Rosa y los demás de la zona centro.
Fue uno de los delanteros, llevaba el número 9 en su espalda, junto a Pocho Riela, Lagos y Caino, cuando en agosto de 1975 disputaron frente al Atlético Santa Rosa en la cancha de Victorica. Esa tarde los dirigía Bruno Rovito, pero la suerte no acompañó y la victoria se la llevó el club santarroseño. Alberto Pereyra, el 9 del equipo del Atlético Santa Rosa, lo recuerda como un gran cabeceador. Algunas otras fuentes mencionan que también habría vestido la casaca de Uriburu, citándose además como probables su actuación en algunas ocasiones, en las formaciones de otros clubes de Santa Rosa, aunque sin confirmar.
Fué uno de los profesores de la Escuela Técnica que se creó en Telén. Después ingresó como Maestro Especial en la Escuela Hogar de Telén, con lo cual su vida estuvo dedicada a la docencia. Años más tarde y luego que dejó la actividad futbolística, se desempeñó como corresponsal para el diario La Arena unos cuantos años.
Una de sus últimas tareas docentes, fue la que realizara capacitando a las personas que trabajaron en la construcción de la obra del edificio del Bicentenario en Victorica el año 2010, cuyo proyecto también coordinó.
José Antonio Pescara falleció en Buenos Aires el 19 de septiembre del presente año 2013. Era un hombre humilde, con un dejo de timidez y firme en sus convicciones y en defensa de sus ideales.
“Hoy, a diez años del levantamiento del ramal, cada
vez que miramos una estación ferroviaria, se nos viene toda la historia encima.
Mi abuelo Eusebio, llego desde Mendoza a Telén a
comienzos de siglo. Tenía 17 años y quería trabajar. Don Alfonso Capdeville lo
contrató para desmontar con las distintas cuadrillas porque “va a pasar el
ferrocarril”.Don Eusebio terminó siendo hombre de confianza de don Alfonso y al
concluir los trabajos de desmonte y ya con el ferrocarril circulando, lo envía
a la estancia Poitahue por sus conocimientos de tareas de campo, trabajo que
desempeñó hasta sus últimos días
El ferrocarril efectuaba el transporte tanto el de
pasajeros como el de carga y dinamizaba la economía regional; desde Telén hasta
General Pico los pueblos crecían a orillas de las vías a través de la
explotación forestal y ganadera y de los frutos del país, lo que daba al
comercio un auge considerable.
Tres veces por semana era la cita obligada de los
pueblerinos en las estaciones ferroviarias, martes, jueves y sábado. En la
estación quedo registrado casi un siglo de historia, de progreso, de fracasos,
alegrías, de tristeza y de dolor.
Bastaba observar los rostros de quienes asistían a la
estación para entenderlos e interpretarlos. Alguien que no llegó, alguien que
se va, la buena y la mala noticia ...., allí estaba la resultante de un cúmulo
de expresiones y manifestaciones de un pueblo que nació a la vera del
ferrocarril.
Mi padre trabajó toda su vida en la explotación
forestal, haciendo leña, postes y varillas de caldén, y apilándolas en la playa
de la estación, desde donde eran cargadas después para satisfacer la demanda
maderera de aquellos años.
A la vera de las vías
Nosotros nos
criamos en las “pilas” de la estación, al lado de las vías. Allí apilábamos
cuidadosamente la leña hasta tanto llegara el vagón, que había que solicitar
con tiempo al jefe de la estación porque había muchos pedidos para carga. Nos
criamos en los andenes, en la bascula, lugar donde pesábamos los camiones con
leña y jugábamos por monedas a ver quien acertaba el peso o se aproximaba más;
después jugábamos a la pelota en las inmediaciones.
De chicos esperábamos el tren con ansiedad, ya sea el
de carga o el de pasajeros. Si era el de
carga nos movía la fantasía de encontrar en los vagones algún croto que viajara
de intruso o simplemente mirar, por que nos había dicho que las víboras grandes
que habían aparecido en la zona eran consecuencias de unas palmeras traídas del
norte del país, en cuyo interior venían huevos de los ofidios que aquí se
incubaron.
La ansiedad por la llegada del tren de pasajeros tenía
también otras motivaciones. Nosotros esperábamos a Don Entisne, el distribuidor
de diarios y revistas de toda la zona, desde General Pico hasta Telén. Para
nosotros era todo un acontecimiento, Don Entisne ocupaba dos largos bancos de
pasajeros donde distribuía cuidadosamente el material de lectura. Cuando
llegaba el tren nosotros nos subíamos rápidamente, ya que eran pocos minutos
que paraba. Lo hacíamos para comprar la Goles o el Gráfico o alguna revista de
aventuras. Cuando no teníamos dinero, la “comprábamos” por el otro lado de la
ventanilla, la opuesta al andén. Fue una persona muy querida el distribuidor.
Un comercio ferroviario
En la estación “todo por encargo” vendíamos
bolsas de chauchas de algarrobo y piquillín en botella, generalmente para
llevar a Buenos Aires “para que lo prueben”.
Los largos años de pilas de leña depositadas en la
estación hicieron que las astillas de la madera entraran en un proceso de
descomposición, produciendo de esta manera una gruesa capa de humus que se
almacenó durante mucho tiempo .
Nosotros también explotábamos ese “rubro”.Las vecinas,
la gente que gustaba de cultivar flores y tener quinta, periódicamente nos
encargaba bolsitas de “tierra de la estación” para fertilizar. Teníamos
clientela.
Tanto el jefe de la estación como el cambista, eran
personas importantes en el pueblo. En las reuniones que se hacían en la
localidad ellos siempre estaban presentes. Nosotros éramos amigos de sus hijos,
más si tenían hermanas, allí había más interés por la amistad. En realidad,
como siempre sucede, los chicos éramos todos amigos, la pelota y el lugar nos
convocaban. Teníamos amistad con los hacheros y con sus hijos. Íbamos al monte
a llevarles el pedido y el agua, los comestibles que necesitaban en el monte,
ya que la residencia allí era casi permanente en un toldo, donde vivían con su
familia. Volcar sobre el borde del piso de un camión un tambor de doscientos litros
de agua y luego inclinarlo para que caiga a la tina que tenia el hachero en el
piso, era un trabajo que nos gustaba.
Gente del monte
Gente buena los hacheros, nos contaban sus
cosas, nos convidaban torta al rescoldo, peludo y piche y nosotros les
contábamos las novedades del pueblo y quien había venido en el tren.
Al monte íbamos en un Ford canadiense, eran los que
mejor se movían en ese terreno. A la vuelta tornábamos con la carga que
generalmente era leña. Nosotros íbamos como “lechuzón”, a veces uno, a veces
dos.
“Lechuzón” se le decía al que hacía de acompañante al
camionero. Le abría la tranquera, le daba manija al camión -los Ford
canadienses no arrancaban nunca- y ayudaban en todas las tareas de carga y
descarga.
Una vez uno de ellos -un lechuzón muy jovencito- se
resbaló del estribo del camión y la rueda del canadiense lo pasó por arriba.
Fue en El Puesto de La Morocha y lo lloramos todos.
Por eso salimos a defender el ferrocarril, aquella
calurosa tarde de enero de 1990.Ya han pasado diez años. Tenemos mucha historia
juntos con el ferrocarril. Nos conocemos mucho, somos hasta compinches, Nunca
dirá con quien “chinitiábamos junto a las pilas, en las tardecitas. Por eso hoy
yo no quiero olvidarlo.
Por eso el Chicho Cejas le escribió "Campanas de
palo", porque los reclamos no los escucha nadie. La escribió en los años
80 cuando por primera vez lo pretendieron levantar y lo hicieron corren una vez
por semana.
Será por eso que el cantautor Alfredo Gesualdi,
compuso “Por andenes de Esperanza”, luego de la histórica pueblada del año 90.
Será por eso.
Yo le escribo porque lo quiero mucho. Porque mi abuelo
desmontó para que pudiera pasar. Porque nos criamos juntos y ahora no esta más,
pero quedamos nosotros, los que no perdemos la memoria.
Por eso le escribo”.
(Fragmento publicado en Caldenia del 27 de febrero del año 2000 con su firma)
(Fragmento publicado en Caldenia del 27 de febrero del año 2000 con su firma)
Esta fotografía se la tomó Tony a un grupo de alumnos en este hermoso ejemplar de caldén que se encuentra dentro del predio de la Escuela Agrotécnica de Victorica, hace unos años, la que fue publicada en el diario La Arena con una interesante nota.
"Incliná la cabeza, Tono"
"Entre los equipos de fútbol de Telén y Victorica reinaba l mejor de las rivalidades (cuando de fútbol se trataba porque fuera de él, todos eran amigos).
Uno de los mejores jugadores del equipo de Victorica era Antonio Pescara (Tono). Tono además de excelente futbolista era un excelente profesor de nuestra Escuela Hogar. Cuando la tirantez entre los equipos, que pugnaban por clasificarse para la final, estaba al rojo vivo, Tono tenía que "tragarse" la cachada que los chicos, los maestros y yo, siempre dispuesta a poner el dedo en la llaga, le hacíamos, antes o después de cada partido.
"El lunes, después que Telén le había ganado el domingo, buscamos pedazos de tela y confeccionamos con ellos la bandera del Club Telén y con la ayuda de los maestros y alumnos mayores, la cosimos en ambos laterales, a dos palos, uno a cada lado, para que se mantuviera bien estirada.
"Maestros, personal y chicos, sabían que cuando llegara el colectivo de las dos de la tarde, que traía a los maestros especiales, debían dejar que Tono entrara primero después de abrir la puerta del zaguán. Al abrir e intentar pasar, Tono se llevó por delante la bandera que, bien estirada, estaba sujeta detrás de la puerta del zaguán.
"Tono, sin pensar se dobló y pasó por debajo de ella, sorprendido por los aplausos de todos que le cantaban estribillos diciéndole que bajaba la cabeza ante la bandera del equipo superior. Así logramos que el fanático jugador de Cochicó se inclinara ante la bandera del Club Telén, su gran adversario.
"!Sos inteligente, Tono!".
FUENTES UTILIZADAS
Caldenia, Suplemento Cultural del diario La Arena de Santa Rosa (La Pampa) Argentina
"Cuarenta años de la Escuela Hogar de Telén" de Celia Porras de Ludueña, editado año 1996
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