Han pasado ya muchos años, y la mayoría
de las personas que están involucradas en esta historia ya no están entre
nosotros.
Tampoco está en pie el galpón que
albergó aquella primera fábrica de mosaicos, piedras de granito y ladrillos de
máquina.
Me estoy refiriendo a la Fábrica que
nuestro abuelo italiano Luis Cesanelli puso en marcha, probablemente en la década de 1920,
allá en Victorica, en el noroeste del entonces Territorio Nacional de La Pampa Central.
Cuando llegó de Italia, el tano Cesanelli
declaró ante las autoridades de Migraciones que había nacido en Sant' Angelo in Pontano, que su padre se llamaba Salvatore y su madre María Riccucci, que tenía veinte años y su oficio era el de
constructor, según consta en los registros del año 1908.
Según solía decir Carmelo Lamónica uno
de los hijos del italiano que llevaba el mismo nombre y apellido y también de
oficio albañil, ellos, habían llegado a Victorica construyendo las estaciones, las casas del personal
y los galpones del Ferrocarril del Oeste, cuya línea salía de estación Once y
llegó un mes de mayo del año 1908 a Telén que se convirtió en punta de riel, al quedar trunco el proyecto de prolongación hacia el suroeste, rumbo hacia el Río Colorado y de allí cruzar por Neuquén rumbo a la cordillera de los Andes..
El año 1913, luego de haberse hecho
conocer en ese pueblito de frontera, y dado su rectitud y contracción al
trabajo el joven Luigi acepta la propuesta que le hacen las autoridades
municipales de entonces dirigidas por su Intendente don Augusto Iribarne, de
designarlo como Encargado de Líneas y Niveles sin derecho a percibir emolumento
alguno.
Victorica comenzaba su segunda etapa de
crecimiento edilicio, dado que los adjudicatarios de solares fiscales, debían
cumplir con las obligaciones que habían contraído, con la Dirección Nacional de
Tierras Fiscales de la Nación, de cercar, el predio, alumbrar agua y edificar
una casa.
Pero hubo algunos problemas que
retrasaron el crecimiento edilicio realizado conforme a las normas legales y
contractuales. En primer lugar fue el tema de los títulos de dominio sobre la
tierra. Dado que durante los primeros diez años por lo menos, hubo tres tipos
de títulos para las tierras fiscales. Uno que tenía origen en las autoridades
militares del Fortín Resina, luego designado General Benjamín Victorica. El
segundo el título provisorio que otorgaban las autoridades municipales, el que
luego era legalizado por el primer gobernador del Territorio Nacional de La
Pampa Central, el General Juan Ayala, con asiento en la Capital que por ese
entonces era General Acha. A esos títulos se sumaron los que también concedía
la Dirección Nacional de Tierras y Colonias a partir de 1908 en adelante.
Luego y a partir de la nueva legislación
nacional los Inspectores Nacionales de Tierras Fiscales recorrían los
Territorios Nacionales, entre ellos el de la Gobernación de La Pampa
requiriendo y emplazando a los morosos el cumplimiento de las obligaciones.
El segundo problema era que casi nadie
arriesgaba inversiones en tierras donde el agua, no era fácil de encontrar y
sobre todo la de buena calidad, con excepción de la zona de médanos.
Hacer un pozo y dotarlo de las seguridades
necesarias para su explotación, alambrar el predio y construir una vivienda no
era sencillo, cuando no se sabía si se podría vender después sin tener un
título en legal forma.
Lo que algunos permisionarios hacían era
lo que podían realizar con su propio esfuerzo, conocimientos y algunos pocos
pesos de sus ingresos. Por eso cuando llegaron los Inspectores (aproximadamente el año 1907) se encontraron
con estas novedades: los lotes estaban sin alambrar, en el mejor de los casos
se había construido un rancho de “chorizo” con techo de zinc, al final del cual
habían colocado una canaleta para recolectar agua de lluvia. Las construcciones
de material “cocido”, es decir con ladrillos, aberturas de madera y techos de
chapa canaleta de zinc, piso de pinotea y cielorraso del mismo material eran generalmente
la de los comerciantes y la de las familias acomodadas, generalmente ganaderos.
Una de esas casas es la que aún está en
pié enfrente de la Iglesia Católica, que fuera construida el año 1912 por el pionero del
campo pampeano, el español don Máximo García, que había ganado bastante dinero cuando el
precio de la lana en el mercado internacional estaba alto y con la semilla de alfalfa
cosechada en su campo en la zona de Carro Quemado al sur, que obtuvo no sólo
premio en Argentina, sino también en Italia.
Este era el espacio que ocupaba la Fábrica se mosaicos calcáreos "La Pampeana", donde se observan las tres piletas que se utilizaban para la fragua de los mosaicosEn 1914 Cesanelli presenta presupuesto a la Municipalidad para hacer los cordones de las veredas, según se había establecido por ordenanza. Pero en esa oportunidad el mejor precio es el de su amigo José Vitanza.
Don Luigi, hombre buen mozo, joven y
trabajador, trabó relación con la señorita Jacinta Paz, -menor cuatro años que el
pretendiente- hija de la pionera doña
Juana Paz. Se juntó con ella y su primer hija nació el 19 de enero del año
1914, a la que bautizaron con el nombre de Trinidad, firmaron el acta como
testigos don Ángel Alonso y don Juan Sansinanea, ante el Juez de Paz don
Ignacio Zamorano.
Por aquellos años se detectan algunos pocos hornos de
ladrillos en las quintas y chacras cercanas al pueblo.
En 1918, junto con sus socios Teodoro
Leyton y los italianos Carmelo Lamónica e Isidro Condotta realizaron la construcción e instalación
del horno de la Panadería del italiano Julio Marzano, que aún hoy se mantiene
en pie a la entrada del parque “Los Pisaderos”, el lugar donde inicialmente las tropas del Ejército hicieron con tierra negra y pasto puna, el barro que pisoteaban con los caballos, para cortar los adobes.
Cuando llegó el momento de realizarse
las segundas elecciones nacionales conforme a la nueva ley que consagró el voto
universal, secreto y obligatorio, don Luigi Cesanelli se enroló en las filas
del radicalismo y por ese partido fue electo Concejal de la Municipalidad de
Victorica, cuando en la Nación ganó don Torcuato de Alvear y en Victorica el Intendente don Jaime Sidebottom.
Según un aviso comercial publicado en el
periódico El Heraldo Nº 935 del 28 de julio del año 1926, se puede leer:
“Fábrica de Mosaicos “La Pampeana” de Luis Cesanelli” como encabezado, a lo que
se agregan dos líneas aclaratorias: “Se fabrican mosaicos y baldosas de toda
clase, elaborados con materiales de primera calidad” A continuación y en letra
negrita “Soliciten muestrarios y presupuestos” y el cierre con letras más
grandes y también en negrita se resalta: “Precios módicos” y la dirección
Victorica F.C.O.
La primera población cristiana estable
fundada por el Ejército, contaba en 1887 con dos comercios de Ramos Generales
importantes, que abastecían a toda la
amplia comarca. Uno el de Llorens, Antich y Cía. que tenía casa central en
Trenque Lauquen (provincia de Buenos Aires) y el otro el de don Lucas Viniegra.
Nuestro abuelo fue cliente de Viniegra
en sus primeros tiempos, donde tenía cuenta corriente abierta y sobre la que
libraba órdenes de pago y giros o letras de cambio. Esa fue la casa proveedora
local de los materiales que utilizaba en su fábrica. Aunque con el tiempo supo
hacerse de otros proveedores de Buenos Aires,
en los tiempos que las grandes casas del ramo de la construcción solían
enviar muy buenos catálogos con las ofertas de esta industria. Los colores para
los mosaicos calcáreos, el iggam para las paredes exteriores, el hidrófugo para
las capas aisladoras solían ser adquiridas de esa forma.
Aviso publicado en el Periódico "El Heraldo" de fecha 28 de Julio de 1926
Después y a partir del año 1945 se hizo cliente de la sucursal de Federico Calandri y Cía. porque le quedaba más cerca de su fábrica y además porque había sido el constructor del edificio de la casa de comercio y de la casa de familia del Gerente don Esteban Balbi.
.
A veces y de acuerdo a la cantidad de
material solía hacer solicitudes a otras provincias como Córdoba donde solía
pedir el canto rodado para el hormigón armado o a las fábricas de cemento y cal
en la provincia de Buenos Aires o San Luis. En este caso los pedidos llegaban
por transporte de cargas del ferrocarril del oeste.
Después de cubrir la demanda de los
organismos públicos y de las familias acomodadas, llegó también la demanda de
las familias que lo contrataron para hacer obras en el cementerio local, donde
muchas de las bóvedas o panteones contienen materiales de su producción.
En la mosaiquería y a lo largo de más de
tres décadas y media trabajaron distintos cortadores. En el galpón de chapa que
tenía contiguo a su vivienda, tenía instalada la prensa manual a balancín, el
depósito de materiales y las piletas para hacer fraguar el material fresco, trabajaron
distintas personas a las que don Luis les enseñaba desde lo más elemental hasta
lo más complicado para que el material no saliese defectuoso.
Voy a mencionar solo algunos que rescato
de mi memoria, a muchos de los cuales vi personalmente hacer su trabajo, en ese
viejo galpón de chapa, que era sumamente caluroso en verano como frío en
invierno y cuando corría viento se volvía insoportable.
“Tono” Villoria, que además integraba el
plantel de la empresa de construcción. Lucio Ramos, Alberto Moisés, Eusebio Sánchez,
“Negro” Machado de Santa Rosa, Sebastián Jacobo, hasta que luego se independizó
y construyó su propia fábrica. Emérito Zapata, Juan Millahueque y otros que no
recuerdo.
Todos los mosaicos con los que se
embaldosó el perímetro de la plaza y sus caminos fueron fabricados allí. Su
propia casa de familia es una pequeña muestra de algunos de los dibujos que
tenían los mosaicos.
La tarea de los cortadores, que cuando
había mucho trabajo, solían tener algún ayudante para ciertas tareas como hacer
la baña y la seca, ayudar a colocar y sacar los canastos de las piletas con
agua de fraguar, apilar luego el material ya listo para la venta. Limpiar los
moldes etc.
Como de niño solía ir en las vacaciones
o los fines de semana a ver trabajar, tengo grabado todo el procedimiento. El
trabajo comenzaba preparando lo que se llama la baña que es arena de río con
cemento al que se le agrega agua para mojarlo. Luego la otra mezcla a la que se
denominaba “seca” se obtenía con arena fina de médano, previamente zarandeada
para limpiarla, a la que se le agregaba cemento y como no llevaba nada más de
allí deriva su nombre.
Después había que preparar el color,
para los mosaicos de vereda tipo vainilla o cuadraditos, se utilizaba el color
natural del cemento, al que se preparaba con agua hasta que quedaba líquido.
Habiendo preparado todos los materiales,
el cortador tenía en un balde al alcance de su mano en un costado la “baña” y
en otro recipiente el color y del otro costado la “seca”.
Enfrente de él tenía la horma de metal
compuesta de una plancha y de un marco móvil que se ajustaba. La plancha debía
estar rigurosamente limpia, para eso se utilizaba una almohadilla impregnada
con aceite de lino generalmente.
Se pasaba la almohadilla, se colocaba el
marco y comenzaba la operación. Primero se volcaba con la cuchara el color,
seguidamente se cubría este con una capa de seca y a continuación se rellenaba
con la baña. Luego se colocaba la tapa metálica y el cortador empujaba todo
hasta el centro, luego tomaba con sus manos la manija de cuero y tiraba con
todas sus fuerzas para que el balancín, que tenía en cada punta dos grandes
pesas circulares, comenzara a girar y fuera bajando hasta golpear con fuerza la
tapa sobre el marco.
Luego se procedía a retirar el balancín,
se tomaba el marco de la manija para traerlo nuevamente cerca del cortador
quien procedía a abrirlo, aflojando el marco primero, retirando la tapa después
y la última operación es la que requería de mayor habilidad y delicadeza, dado
que se trataba de desmoldar el mosaico fresco de la plancha sin que este
sufriese fractura alguna. Eso se hacía con la punta de los dedos y había que
caminar con el mosaico hasta el lugar donde estaba el canasto y apoyarlo allí.
Cuando la fabricación era de mosaicos de
color, a toda esta operación se intercalaba otra que consistía en seleccionar previamente
la matriz metálica con el dibujo que se había elegido y hacer los colores que
habían sido seleccionados por el cliente.
La matriz se colocaba y luego conforme
al diseño en ella se volcaban los dos o tres colores que llevaba cada mosaico.
En muchas casas de familia y comercios u
oficinas de Victorica todavía se pueden observar estos mosaicos calcáreos que
como estuvieron hechos con la conciencia y responsabilidad de un empresario
honesto que empleaba materiales de muy buena calidad, sus propietarios quedaron
conformes.
Enumero aquí algunos lugares donde se
los puede observar: Club Cochicó en el salón chico, la cantina y las
dependencias administrativas. También en el Colegio San Juan Bosco. Asimismo en
la Biblioteca Bartolomé Mitre, edificio que fue construido por la empresa de
Luis Cesanelli el año 1926, en lo que fue la primitiva Sala de Primeros
Auxilios de la Sociedad de Beneficencia en dependencias readecuadas décadas
después, para consultorios y laboratorios del Hospital.
En la Guía Kraft del año 1908, aparecen citados en el rubro Constructor: Barales, José; Cesanelli, Antonio (es un error debió decir Luis); Picolomini, Isidro y Vitanza, José. Como para aparecer había que pagar, se supone que había otros, que decidieron no hacer el gasto.
En la Guía que editó el Ferrocarril del Oeste del año 1938 bajo el rubro Profesionales en la rama Constructores aparecen mencionados en este orden: Luis Cesanelli, Teodoro Leyton, Emilio Gilardenhi, Santiago Roca. Más adelante en el rubro Industrias en la rama Fábrica de mosaicos: Luis Cesanelli.En la Guía Kraft del año 1908, aparecen citados en el rubro Constructor: Barales, José; Cesanelli, Antonio (es un error debió decir Luis); Picolomini, Isidro y Vitanza, José. Como para aparecer había que pagar, se supone que había otros, que decidieron no hacer el gasto.
Aviso publicado en el Periódico Calden Nº 6 de Victorica, del viernes 13 de agosto de 1943
En casas de familia, en las que tienen
una antigüedad mayor a sesenta años, con seguridad tendrán alguna parte con
estos productos de Fábrica “La Pampeana” del tano Cesanelli. Pero cito solo dos
casas de las más nuevas que son de los últimos años en que trabajó en la
construcción, me refiero el chalet de don Agustín Borthiry y luego la casa de
familia de su hijo Osvaldo Borthiry.
Voy a citar además algunos de los trabajos
que realizó la empresa de Luis Cesanelli en otros pueblos vecinos como la
Escuela y la Comisión de Fomento de Loventuel. También en la antigua escuela de
Carro Quemado, zona en la cual Cesanelli era ampliamente conocido porque había
trabajado en varias estancias.
Entre tantos trabajos a lo largo de
cuatro décadas extensas en la industria de la construcción nuestro abuelo y la
gente que lo acompañó, construyó también en campos de la zona; solo citaré
algunos de los que se acordaba “Tono” Villoria quien desde los 16 años había
comenzado a trabajar con él, hasta que se largó por su cuenta a mediados de la
década de 1950.
En la zona de Telén en “La Marcela” de Enrique Tomás Kenny y en la denominada “Santa Camila” que fuera de la sociedad de Capdeville con los Dewavrin y que luego fue de don Emilio Kenny.
En la zona de Carro Quemado nuestro
abuelo recibió grandes satisfacciones y también quienes lo contrataron guardaron
recíproca estima por sus trabajos en la Estancia “Santa Ana” de Gómez Ribas, en
“La Pelada” de Enrique Gesualdi y “La Morocha” de Lernoud padre y luego de
Carlos Lernoud. En la zona de Luan Toro la remodelación del Hotel “La Paz” en
ésa época ya era de propiedad de don
José Guerra, en la estancia de don Emilio Lorences.
Pero uno de los contratos que destaco y
que Villoria lo consideró como de las grandes épocas de la empresa, es la
construcción de la Estancia “Las Vertientes”, propiedad de la firma holandesa J. J. Blydenstein, donde estuvieron trabajando
aproximadamente dos años.
Detalle del piso de la sala del comedor de la casa de familia. El tipo de dibujo se denomina panal de abeja.
La esposa de Ortiz Echagüe (hijo) solía
recordar que nuestro abuelo Cesanelli, que construyó la casa de familia de “La
Holanda”, en vida de don Antonio Ortiz Echagüe, el pintor español, lo había
recomendado a los dueños de “Las Vertientes” y Cesanelli en retribución a esa gentil y
prestigiosa carta de recomendación, le ofreció construirle el edificio del
Atelier para el pintor. El trato habría sido, consiga usted los materiales y
tendrá su lugar para pintar. Así se hizo y ese cuerpo se anexó muchas décadas
después a la nueva construcción de la amplia sala de exposición donde se puede
observar parte de la obra de este gran pintor.
En 1958 el abuelo tomó la concesión de
la Cantina del Club Social de Victorica, y alquiló la fábrica de mosaico. Años
más tarde se la vendió a “Nano” Gracia, quien finalmente la desmanteló.
Actualmente como se observa en las fotografías el lugar aún (9-2013) está baldío.
Luis Cesanelli empina la botella de cerveza, Condotta con su cuchillo corta carne y Leyton ha posado con la guitarra, sentado con sombrero al lado de Cesanelli está don Miguel Marzano
En el Cementerio de Victorica también se pueden observar en muchos de las Bóvedas de las décadas de 1940 y 1950 pisos y aún cruces realizadas en su fábrica. Todavía está la que identificaba la tumba del Cacique Yancamil.
FUENTES CONSULTADAS UTILIZADAS
Roldán, Luis Ernesto: "Historias de Vida", Santa Rosa (La Pampa) 1999
Guía Kraft dela Gobernación de La Pampa varios años.
Guía del Ferrocarril del Oeste sobre la Gobernación de La Pampa año 1938
Periódico "El Heraldo" fecha citada
Periódico "Caldén" fecha citada
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