El libro de Norberto G. Asquini, de reciente aparición, titulado “Días de odio” y subtitulado “De la Libertadora a la revolución del 56 en La Pampa”, es, un relato ajustado “rigurosamente a los datos y a los hechos, con precisa indicación de las fuentes”, tal cual expresa su prologuista, el Dr. Hugo Chumbita.
En siete capítulos de fácil lectura el autor contextualiza aquellos meses en el escenario nacional que se dieron, y focaliza la investigación en los efectos que aquellos violentos sucesos tuvieron en nuestra joven provincia.
El autor ha recurrido a entrevistas y testimonios a diferentes protagonistas o testigos de aquellos días, ha consultado diarios y revistas no sólo de Santa Rosa, sino también de Bahía Blanca. Ha inspeccionado todos los archivos existentes en La Pampa, tanto provinciales como de algunas municipalidades y también de alguna cooperativa.
La bibliografía citada, incluye libros de autores nacionales, algunos provinciales y también a su libro anterior publicado el año 2005 “Crónicas de fuego”.
Recuerdo que aquellos meses en Victorica, solíamos escuchar la radio, leer sobre todo La Nación, y La Reforma de General Pico, que llegaban a casa de los abuelos y comentar los sucesos en las casas de familias peronistas donde nos reuníamos.
Menciono la de Germán y Luisa Funes, la de Fortunato Romeo inquilino de nuestra abuela Elina. A veces también con la familia de don Justo Urquiza, que vivían en la quinta de los Cardozo. A la casa de don Ramón y María Ochoa, frente al cementerio o a la de don Vicente Muñóz, que era inspector municipal.
Nuestro padre era empleado de la Escuela de Agricultura y Ganadería de la Nación, en la que había sido designado por indicación de don Domingo Di Dio, Juez de Paz y presidente de la Unidad Básica local el año 1952. Cuando vino el golpe y fue desplazado el Director Ingeniero Juan Carlos Lassalle, la inquietud llegó al seno familiar sobre que podría suceder con los peronistas, dado que se estaban purgando todos los organismos nacionales.
Nuestro tío Modestino Pérez, empleado la Oficina de Correos y Telégrafos fue trasladado al desierto de Rio Negro a un pueblito llamado el Cuy.
Tal cual relata Asquini, como sucedió en otros pueblos y ciudades, también en Victorica la desperonización se hizo notar con la demolición de placas, monumentos y bustos y eliminación de libros en las bibliotecas públicas y escolares.
Creo que la única referencia que se salvó fue la del Hospital donde consta el nombre de “Luisa Pedemonte de Pistarini”, la madre del General Juan Pistarini. Pero las placas de la Escuela Nacional Nº 7 y el monumento en la Plaza fueron derribados y eliminados. También las de Obras Sanitarias de la Nación, las del Hogar de Ancianos, las de la propia Escuela de Agricultura y las de la Policía y el Colegio Salesiano.
El miedo llegó a casi todos los hogares peronistas, en donde recurrieron a la quema o el enterramiento de libros, revistas, diarios o panfletos.
En casi todos ellos, hasta en el más humilde rancho, solía encontrarse un ejemplar de la “Razón de mi Vida”.
Casi al final del capítulo 7 del libro de Asquini, se hace referencia a la rebelión estudiantil en Santa Rosa. Bajo el acápite “Mocosos desobedientes”, el autor pasa revista de uno de los temas que tiene escasa visibilidad, no sólo pampeana sino también a nivel nacional. El del comportamiento de la juventud. En este caso y dado el lapso que aborda la investigación, no se alude a la juventud peronista, sino a la juventud antiperonista.
Es el propio Chumbita quien comenta una anécdota personal “Imposible olvidar el año 55 para quienes vivimos esa conmoción. En una Santa Rosa aún aldeana, en la edad de estrenar mis pantalones largos, la campaña antiperonista, en la que se embarcaron mis compañeros adolescentes de la Acción Católica, me apartaba para siempre de esa feligresía. Eran días de crispación y encono que dividían a nuestras familias”.
El caso del cura Manuel Lario que era el párroco de Victorica, lo recuerdo perfectamente, porque nuestro padre y nosotros mismos éramos concurrentes al Oratorio de Don Bosco, por los juegos para niños y para grandes como la cancha de paleta, o el cine para la familia cristiana.
Don Eladio Rodríguez, el Comisionado Municipal de ésa época (año 1955) era cuñado de la Diputada Provincial Ahimer Figueroa. El cura había puesto una bocina en la planta alta del Colegio frente a la Plaza y también publicaba un periódico “La Voz del Oeste”. Con esos medios y el púlpito, hacía ácidas críticas al gobierno de Perón, que desde mediados de año había entrado en franco enfrentamiento con los sectores más opositores de la Iglesia Católica.
El libro de Asquini, un minucioso investigador, además de la virtud señalada por Chumbita, es meritorio porque recrea aquel tiempo, dándole al lector una visión de conjunto de la época y describiendo el proceso pampeano, hasta ahora muy fragmentado en las crónicas periodísticas.
MUY INTERESANTE
ResponderEliminarTRATARE DE CONSEGUIR EL LIBRO