Ayer dejó de existir Roberto Sánchez, conocido en el ambiente del espectáculo y de la cultura popular como Sandro, a quien después comercialmente se le agregaría lo de “Sandro de América”.
Había nacido el año 1945, en Buenos Aires y se había criado en Alsina. Comenzó a amigarse con la música desde muy jovencito y llegó a destacarse por su profesionalismo.
Del rock inicial de los años sesenta, en donde su figura como la de muchos cantantes del mundo imitaba a Elvis, se pasó en la década del setenta a la balada romántica.
Su dedicación y su talento con un sello propio, le permitieron cosechar muchos triunfos con los que jalonó su exitosa vida en los escenarios argentinos, latinoamericanos y aún de los Estados Unidos, que lo proyectó también al cine.
Como lo recuerdo en aquella tarde santarroseña del año 1964, en que paseo alrededor de la plaza con sus amigos fumando displicentemente y jaraneando con sus amigos.
Sandro y “Los de Fuego” habían llegado a Santa Rosa para tener una actuación en el Club “Fortín Roca” aquel año 1964. Iba vestido al estilo “gitano” con un pantalón blanco y una camisa roja a grandes lunares, su cuerpo delgado y sus cabellos libres al viento pampeano, fueron la delicia de muchas chicas santarroseñas.
Personalmente no tenía noción de quien era Sandro, hacía pocos meses que había llegado desde Victorica a Santa Rosa para iniciar mis estudios universitarios.
Lo seguí después durante su carrera adquiriendo varios de sus discos, lo vimos en televisión a partir de 1973. y en otras oportunidades en el cine, con esa pinta de galán, con la que ya se había volcado definitivamente a la canción melódica.
Después con mi esposa y mi hermano Oscar y María Elena lo fuimos a ver creo que fue el año 1977 cuando actuó en el Club General Belgrano de Santa Rosa, ya convertido en ídolo.
Estaba en todo su esplendor y el show de aquella noche fue inolvidable. La pasión que sembró desde los escenarios la cosechó años después con las innumerables fanáticas que dieron lugar al nacimiento de clubes de fans que lo seguían en cada una de sus presentaciones.
Sandro cuando adoptó el smoking y el moñito para sus presentaciones y se convirtió en el mito, el que ahora da paso a la leyenda inevitable de su personaje.
Sandro fue creciendo espiritualmente y madurando humanamente para convertirse en uno de los artistas argentinos más apreciados por el público adulto y joven, en una rara simbiosis generacional que pocos logran.
Además consiguió ser aceptado por la clase alta que en la década del setenta todavía lo consideraba de la “mersa”.
Probablemente algunos jóvenes recién descubran ahora que Sandro comenzó como rockero, porque los sellos discográficos y las conveniencias comerciales hacen su estrategia para ganar dinero con los ídolos que fabrican. Algunos son efímeros, otros como Sandro perdurarán en el sentimiento de muchos adultos, hombres y mujeres y también en algún sector de los jóvenes que lo descubrieron hace diez años cuando le entregaron el Gardel de Oro.
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