VICTORICA DECADA DEL SESENTA
La pasión por “los fierros”, tiene que ver con la ilusión del hombre de querer ir más rápido para ganarles al tiempo y también por supuesto a otros hombres, por el espíritu competitivo y lúdico.
Desde el legendario Turismo de Carretera que atravesó La Pampa varias veces, hasta las actuales de las distintas formulas que se corren en autódromos, hay más de cinco décadas con historias regionales y lugareñas que nutren el automovilismo.
El año 1951 la maestra de primer grado superior de la Escuela Nº 7, doña María Tránsito Lucero, escribió en observaciones en el registro de asistencia de los alumnos del mes de mayo de aquel año: “Día 5 mala asistencia, motivada por la carrera automovilística vuelta de La Pampa”. Recuerdo que mi padre me llevó aquella vez con él, al lugar conocido como “los cuatro esquineros”, que es la intersección actual de la ruta pavimentada que pasa por Victorica y continúa rumbo al sur de San Luis con la de tierra que viene desde Luan Toro y Loventuel.
Por allí pasaron los “ases del volante” de aquella década, entre los que estaban los hermanos Gálvez, los Emiliozzi y otros. Pero a pesar que nos pusimos a observar desde una loma e incluso nos subimos a un camión estacionado, lo cerrado del camino y la polvareda que levantaban no permitía apreciar demasiado.
Una década después en la cancha que se utilizaba para las carreras de caballos, (en la chacra del vasco Mendiara) se llevó a cabo un desafío mano a mano entre dos autos. Los amantes de las “picadas” eran varios entre los que se mencionan a “Gury” Barneix, “Coco” Di Dio, “Toto” Pablo, Lázaro Pérez, “Gaucho” Borthiry, los Pagella, “Fin” Sierra que llegó a tener una ocupé preparada especialmente y algunos otros, a los que se sumaron años después los jóvenes Rubén Mario Frois y Carlitos Garmendia.
Uno de aquellos autos pertenecía a Amadeo Palmieri, dueño del taller mecánico, situado en la esquina de las calles Yrigoyen y Cochicó, era un Ford modelo “BB”, año 1934. El otro es un Plymouth probablemente modelo 1937, uno de los cuales tenía la familia de don Pablo Pérez, otro la familia de doña Baselisa Álvarez.
Fueron trescientos metros, con largador y rayeros para determinar el ganador. Generalmente el desafío era por un asado, pero por supuesto que los amantes de las apuestas también “boletearon” a estos pingos tracción a nafta.
Esta fue otra más de esas carreras extraordinarias como aquella otra tracción a sangre, que alguna vez corrieron los carros de los carniceros Claudio García, Miguel Peralta, Orlando Martín y Simón Bolet.
O la de un caballo y un automóvil que también se produjo en aquellos años de reuniones hípicas frecuentes, donde se buscaba sumarle atractivo al turf.
También se realizó la de una moto y un caballo, cuando en Victorica comenzaron a aparecer las primeras motos a fines de la década del cincuenta de la mano de Rubén Palmieri. El caballo se perfiló adelante en los primeros cien metros, pero luego cuando la moto aceleró a fondo terminó ganando la carrera.
Pero la más insólita que recuerda Lázaro Pérez uno de los amantes “tuercas” fue la que corrió Pocho Orueta maratonista, a un Citroen 2CV. Fueron cien metros en los que se alzó con el triunfo el recordado Orueta, quien corrió aquel día alentado por la popular.
La anécdota más risueña de este tipo de desafíos la cuenta uno de los protagonistas. Lázaro Pérez aceptó el desafío para correrle al auto del “Chango” Borthiry. El perdedor pagaría el asado para diez personas. El auto de Lázaro, que ya se había iniciado en la fotografía, era atendido por “Coco” Di Dio, quien no se dio cuenta, que por la nafta que le habían sacado para lavar el carburador y las pruebas los días antes de la carrera, se les pasó por alto el detalle de la cantidad de combustible. Lázaro cuenta actualmente riéndose, que le iba ganando la carrera, pero en los últimos metros se quedó sin nafta, por lo cual el “Gaucho” que corría con un Ford de su padre, terminó ganando el desafío.
El equipo de cada auto estaba conformado por el dueño del vehículo, el mecánico preparador, el conductor, el rayero y algún “utilero”, y un grupo reducido de seguidores que no alcanzaba a convertirse en club de fans por la brevedad de las experiencias, sino más bien hinchas
Una de las fotos muestra el equipo ganador que resultó ser el Ford “BB” modelo año 1934, color verde de Amadeo Palmieri conducido por un piloto local que calza casco y antiparras, aunque poca seguridad daban esos elementos dado que los autos no estaban preparados con jaula antivuelco, en virtud de ser simples coches de paseo familiar.
“Toto” Pablo uno de los hinchas fanáticos del Ford, dado que su padre había sido agente de la marca, le gustaban de alma los fierros, a tal punto que alguna vez las picadas se hicieron en el campo de la familia. El fue el segundo presidente del Cycles Motor Club fundado en Victorica, el primero había sido el “Negro” López Scala, cuyo padre, el recordado Adolfo López Seoane tenía también un auto Ford similar al de Palmieri y el de “Teddy” Young y de los taxis de Juan Mazucco y Zoilo Costantino.
En la imagen se han sumado, además del largador, que parece haber sido don Orlando Martín, pues tiene en su mano una bandera, el juez de la competencia que estimo habrá sido Alfredo Viniegra, dos colaboradores Ramón Ortiz que trabajaba en el taller de Palmieri y Dante Poggi otro mecánico, quien años después acompañaría la trayectoria de Juan Carlos Maldonado. A todos ellos se agrega Julio Torres también mecánico y uno de los especialistas en Ford a quien el compadre “Nene” Martín le confiaba la atención de todos los autos que compró.
Toda la inteligencia de los mecánicos estaba concentrada en la perfecta afinación del motor, la puesta a punto de la ignición, el combustible y los aceites de buena calidad acompañados de las bujías y platinos de marca reconocida y larga duración.
El coche ganador corrió con el número trece, que parece no haber sido ese día “la yeta” para su dueño y el conductor que sonríen satisfechos ante el fotógrafo, el otro auto llevaba el número 5.
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