En Victorica, como en toda población rural importante ubicada en una amplia zona de explotación agropecuaria o forestal se supieron hacer memorables carreras de caballos a los que la autoridad décadas después comenzó a denominar “Concursos Hípicos” en los decretos que las autorizaban.
Se solían llevar a cabo en campos o chacras cercanas, pero para las fiestas populares del 25 de mayo, 9 de julio, el aniversario del pueblo y otras se realizaban en calles frente a la plaza. Generalmente se corría entre el “Hotel Francés” y el Hotel de los “Tres Hermanos” Imbelloni, cubriendo una distancia de dos o tres cuadras. De allí su nombre popular de carreras cuadreras, los desafíos podían ser “mano a mano” o en “pollas” cuando intervenían más de dos caballos.
Como a principios del 1900 la zona ya se había poblado de importantes rebaños de oveja y se comenzaban a introducir inversiones en los campos, a la espera de la llegada del ferrocarril, en la zona rural trabajaban un número importante de peones, jornaleros y contratistas rurales.
Además de alguna cuadrera también se despuntaba el vició con la tirada de la taba, en la que había algunos muy habilidosos. Uno de esos famosos desafíos que originaron grandes apuestas y comentarios previos y posteriores entre la peonada fue el enfrentamiento entre los caballos de la contra el famoso rosillo de la Estancia San JoséEstancia San Juan del inglés Juan Alston “donde siempre tuvieron buenos caballos ...vino gente de muchas leguas y jugaron montones de plata.
Julio sonriente, su hermano Osvaldo el Jockey ganador y detrás el dueño del caballo, don Agustín Borthiry el padre de ambos, en una tarde de triunfo.
Ganó el rosillo, si no me equivoco” recordaba “Pipo” Picolomini, uno de los infaltables personajes asistente a todos estos encuentros con su negocio ambulante de venta de golosinas, al que le había quedado grabado en su memoria "el espectáculo de vendedores de tortas, empanadas y pasteles que hacían el fogón en plena calle (coronel Ernesto Rodríguez, hoy 17). Algunas (mujeres) amasaban sobre la pierna a la vieja usanza.”
En agosto de 1925 la Municipalidad decidió prohibir la realización de las cuadreras alrededor de la plaza y en las calles en general, mediante un reglamento de tránsito que en 18 artículos, extiende esta veda a cualquier clase de carreras, ya sea con caballos o vehículos.
Para ésa época, los vehículos automotores del tipo pick-up, sedan o camiones ya comenzaban a transitar cada vez con más asiduidad las calles de Victorica. Pero seguramente que la prohibición se extendió a la carrera con carros, volantas o sulkys que por ésos años eran los más abundantes.
Pero las razones no fueron sólo de seguridad o en prevención de conflictos o eventuales choques, sino también por motivos de “salud pública”, dado que el polvillo que levantaban las carreras atentaba contra el aire sano. Indudablemente el estiércol de los caballos, junto con las cenizas de los restos de los fogones y la arena de las calles no hacía aconsejable salir a los niños, los ancianos ni a los enfermos de los pulmones.
Recordemos que hubo años de muy baja precipitación en Victorica como en 1924 en que escasamente llovieron 224 milímetros y la Municipalidad recién compró el primer regador en 1927. Pero el riego no bastaba para evitar el polvo que levantaban las cuadreras como las carreras de sortijas, por eso es que el Municipio se vio obligado a licitar la provisión de olivillo para cubrir las calles y evitar de ese modo la molestia, sobre todo los días o semanas de fuertes y prolongados ventarrones.
De izquierda a derecha Primo Rodriguez, Eladio Rodriguez, Roberto "Gu" Figueroa y su hermano el "Gordo" Figueroa.
LARGADORES Y RAYEROS
En las décadas del 50 y del 60 en el pueblo había dos o tres Stud, que cuidaban caballos para encarrerar con otros que venían de Luan Toro, Telén, Castex, Caleufú, Ingeniero Luiggi y otras localidades. Generalmente un porcentaje de las recaudaciones iban destinadas a Instituciones de bien público del pueblo como el Hospital, las escuelas, los clubes, la Biblioteca e incluso la propia Cooperadora Policial.
Vienen a la memoria apellidos como Iluminatti, Cassetta, Gago, Guerra, Lunaclik, el “Ñato” Medina, el “Tabo” Gatica, el “Chino” de la Nava, el “Tuita” Jofré y otros legendarios cultores del caballo de carrera y de las apuestas.
Eladio Rodríguez, Agustín Borthiry y Orlando Martín son algunos nombres que identifican a propietarios de buenos caballos, todos ellos fueron intendentes de Victorica y seguramente parte de su popularidad la recogían al compartir la pasión pueblerina por las carreras. Los caballos se boleteaban, pero generalmente era más el dinero (de los antiguos pesos moneda nacional) que se jugaba paralelamente en apuestas a viva voz (que obviamente estaban prohibidas).
Acá la llegada está bien clara. No hubo discusión, porque la ventaja del primero es por más de un cuerpo. Ganó el caballo de Eladio Rodriguez.
Las actividades comenzaban por la mañana y se prolongaban casi hasta la entrada del sol cuando el programa de carreras era bien nutrido. En las inmediaciones se instalaban dos o tres puestos de venta de bebidas, choripán, empanadas y pasteles a los que se agregaban los vendedores ambulantes de golosinas. También se solían hacer asados a la parrilla y se mateaba tupido mientras se esperaba hasta que se largara la próxima carrera.
En invierno era la bebida blanca la preferida, en tiempos de la ginebra marca “Llave” o “Bols”, mientras que en el verano lo que corría de mano en mano era la cerveza. El tema de la largada era uno de los tantos problemas cuando todo era bastante precario. Hacer entrar los caballos al “cajón”, alinearlos para que ninguno esté más adelantado que otro y sobre todo largarlos parejo requería de mucha vaquía para evitar discusiones posteriores.
Uno de los personajes de las carreras era siempre el Jockey. Muchas veces venían de "afuera". Cuevas era local y un personaje muy pintoresco.
Eran las épocas en que todavía se usaba el cuchillo a la cintura y nunca faltaba alguno que con varias copas de más se le ocurría insistir en su postura de ganador blandiendo un revolver, en cuyo caso el desparramo de los ocasionales mirones de la discusión era inmediata. A veces las más encarnizadas discusiones eran por carreras de “matungos”.
La otra cuestión era la definición del ganador, cuando la llegada era un “cabeza a cabeza”, En ese caso los rayeros hacían una puesta en común para obtener consenso mayoritario sobre el caballo triunfador. En ciertas ocasiones cuando la cuestión era bastante dudosa, se daba “puesta”.
Claro que estaban los fotógrafos, pero en esa época todavía no existía la “Polaroid”,
Galdame, Cisneros, Santosmingo, Orozco y otro paisano, posan para el fotógrafo. Están vestidos como para una fiesta. Es que eso eran en realidad las carreras que se organizaban muchas veces para las "fechas patrias".
ese invento de la máquina de fotos con revelado automático al instante, que vino a ser parte de la solución.
A veces los Concursos Hípicos se complementaban con actividades nocturnas de juegos de mesa como el “Choclón” o el pase inglés, aunque también el juego del "tutti fai". Claro que para eso se necesitaba que la policía mirara para otro lado, porque lo que estaba autorizado eran las rifas y el sorteo con ruleta.
Ya la policía perseguidora de los aficionados a los juegos clandestinos de este tipo, incluso la taba, había tenido en la zona, por aquella época bastante trabajo, e instalaron su apellido como leyenda. Bustriazo y Paeta fueron de los más temibles por su inflexibilidad.
Che me gustó mucho esta nota. Estaré chusmeando con más tiempo en otra ocasión el resto del blog. Bien campero. Saludos bonaerenses
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