Sobre el enfrentamiento entre los aborígenes que merodeaban los alrededores del Fortín Victorica, capitaneados por José Gregorio Yancamil y los soldados pertenecientes al Regimiento instalado en el primer pueblo cristiano fundado por el Ejército Nacional, se han dado a lo largo del tiempo varias versiones.
Una versión indica que en ausencia de los Jefes del Cuartel, una columna de soldados al mando de algunos tenientes “nuevitos” y de un Mayor sin demasiada experiencia en la “travesía”, salieron en busca de indios alzados, aunque una variante menos digna dice que en realidad iban a la “caza” de indiecitas.
Otra versión por el contrario está basada en la situación de hambre por la que estaban atravesando los indios que habían sido dispersados, muertos sus jefes principales y teniendo que afrontar el frío, las enfermedades y el hambre se animaron a acercarse para robarle parte de la caballada al Regimiento.
Foto tomada por el RPS misionero Francisco Melo y publicada en el libro que publicara el diario La Capital con el título "Centenario de Victorica y La Pampa" en 1982.
Una variante de esta versión es la que afirma que luego de un parlamento la gente al mando del capitanejo Yancamil habían decidido entregarse para evitar la muerte, pero los militares aprovechan para seguir a los informantes a los fines de apresarlos y así eliminar definitivamente la inseguridad.
Varios investigadores del pasado han recogido esas versiones, algunas de las cuales han sido publicadas en notas periodísticas, en folletos o en libros sobre la historia regional.
En el folleto Nº 17 de la “Biblioteca Pampeana” titulado “Victorica en su 90º Aniversario”, publicado a principios de 1972, el investigador Héctor Walter Cazenave trata el tema bajo el título “Cochicó: Dos versiones”.
Voy a transcribir aquí la recreación de la versión que diera don Antonio Marzano, en una extensa nota publicada un 13 de agosto de 1982 en el diario La Reforma de General Pico. Del detallado relato solo me interesa en esta oportunidad rastrear una de las pistas más probables sobre las causas que dan origen al enfrentamiento, pero no al Combate en sí ni sus consecuencias.
Don Antonio Marzano oriundo de Victorica, es homenajeado en la Cámara de Comercio de Vicente López el año 1984. En ese momento dirigía la revista de la mencionada Cámara que cumplía 50 años.
Expresa Marzano en los Antecedentes de la nota que titulara “A 100 años de Cochicó”, “Las caballadas del Ejército se cuidaban como el agua en el desierto…” Agregando más adelante que “Según el estado de los campos y de las aguadas, se distribuían en Telén, Aillancó, Leuvucó, El Trapal y otros lugares próximos a Victorica”.
Ya bajo el acápite “Golpe de mano” don Antonio Marzano continúa el relato, que presumo está basado en sus propios conocimientos lugareños, sus conversaciones con los hijos de Yancamil y de las lecturas de materiales en la Biblioteca Popular Bartolomé Mitre.
“La hermosa laguna de Telén daba de beber a la caballada que pastoreaba José Fraima (rastreador y lenguaraz) y otro soldado.” Después que ha identificado el lugar, Marzano prosigue dejando rastros de sus propias dudas al respecto:
“Entretanto, una partida de indígenas, ¿20, 25, 30…? Que había dejado sus cabalgaduras lejos del lugar llegó sigilosamente, rodeando el corral, desafiando las espinas, se introdujo arrastrándose entre las ramas.”
“Una vez dentro, con inigualable instinto, sin espantar ningún animal, localizan las yeguas madrinas, silenciando con lana los cencerros.”
“Una vez dentro, con inigualable instinto, sin espantar ningún animal, localizan las yeguas madrinas, silenciando con lana los cencerros.”
Integrantes de las agrupaciones aborígenes de La Pampa, danzan en la calle frente a la Plaza de Victorica, llevando los restos de Yancamil rumbo a su nueva morada.
La pormenorizada descripción que hace Marzano del contexto en el que se movieron los hombres de Yancamil, es complementada con algunas líneas propias de las inclinaciones literarias de este hombre nativo de Victorica, criado en esos campos y ayudante de alambrador cuando su padre trabajó para Alfonso Capdeville.
“Instantes después con los primeros albores de la fría mañana, la caballada es arreada hacia el sud, siguiendo sumisa a las yeguas madrinas cabestreadas por los indios que encabezaban la marcha. Los demás jinetes custodian ambos costados de la tropilla; al medio Fraima y su compañero prisioneros, montan los peores mancarrones, para que no puedan escapar. Detrás Yancamil, soberbio en su corcel de guerra, saborea el placer de su hazaña. Jamás música alguna alegró su vida como el tañido travieso de los cencerros. El brillo de sus ojos así lo demostraba”.
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