La década del treinta había comenzado mal. A fines de 1929 la gran depresión que comenzó en Wall Street, se expandió por todo el mundo.
La Argentina, que tenia su economía absolutamente dependiente de la potencia hasta ese momento, Inglaterra, comenzó a sentir también los efectos negativos.
Disminución de las exportaciones, (se pasó de 509 millones de dólares en 1930, a 331 en el año 1932) caída de los precios internacionales de los granos, carnes y lanas, freno al flujo de inversiones extranjeras y sobre todo aumento del desempleo y la pobreza.
La indigencia, se extendió a todos los ámbitos. En el sector rural aparecieron más linyeras que antes, esto dio origen a que el Diputado Crotto presentase una ley para que se les permitiese viajar gratis en los trenes.
La Pampa era por ese entonces Territorio Nacional, con su economía totalmente dependiente del sector agropecuario. Obviamente que la crisis mundial produjo un impacto totalmente negativo en la economía pampeana. Muchos comercios fueron a la quiebra o tuvieron que hacer convocatoria de acreedores.
Algunas familias se vieron afectadas por la quiebra de los Consignatarios, Acopiadores o intermediarios, de lanas, a quienes no les pudieron cobrar. Eso le sucedió a la familia del italiano Vanni de Luan Toro. Otras se vieron afectadas por garantías bancarias que habían dado a sus amigos o parientes, quienes al no poder pagar, los bancos ejecutaron las hipotecas o garantías prendarias en cabeza del deudor subsidiario.
Eso le ocurrió al dueño del Hotel “Apolo” de Victorica, (Hoses y Alcántara) que no pudo zafar de la ejecución bancaria. También el italiano José Vittanza fue a la quiebra, a pesar de todos los esfuerzos por tratar de cumplir.
Eso le ocurrió al dueño del Hotel “Apolo” de Victorica, (Hoses y Alcántara) que no pudo zafar de la ejecución bancaria. También el italiano José Vittanza fue a la quiebra, a pesar de todos los esfuerzos por tratar de cumplir.
Los poderosos se asustaron y en 1930, dieron el golpe de Estado que derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen quien había tenido una política inclusiva para con los inmigrantes, los criollos y los más desposeídos de familias numerosas.
Con todas esas preocupaciones económicas, políticas y sociales, las familias, las Entidades y las Instituciones de Bien Público comenzaron el año 1931.
La gran artista argentina Tita Merello puso de moda, lo que sería el himno a la “mishiadura”, el tango “¿Dónde hay un mango, viejo Gómez”?
Llega la ceniza.
Llega la ceniza.
Desde la medianoche del domingo 10 de abril del año 1932, hasta pasado el mediodía del lunes 11 de abril, (un día caluroso) que comienza a aclarar, cayó la lluvia de cenizas. El aire quedó enrarecido por dos o tres días.
La ceniza provenía de la erupción de un Volcán de la zona de “El Descabezado” de la República de Chile en la que las regiones de Rancagua y Curicó quedaron totalmente a oscuras, obligando a utilizar el alumbrado publico de día. Dada la enorme cantidad expulsada, la misma fue levantada a gran altura por un viento del oeste y transportada hacia la Argentina, llegando también hasta el Uruguay y sur de Brasil.
No hubo víctimas fatales, pero los ruidos subterráneos se sintieron en un radio de 500 kilómetros. El hongo de la nube de cenizas fue inmenso.
Un manto oscuro tapó el sol, por lo que hubo que recurrir a prender las luces (velas, lámparas, faroles, o electricidad el que tenía) para poder ver dentro de las casas. La gran cantidad de cenizas acumuladas produjo una serie de inconvenientes que se notaron en forma inmediata y otros que aparecieron posteriormente.
La ceniza se introdujo en los automóviles, tapó las vías del ferrocarril, derrumbó por su peso algunos techos. Afectó la ganadería y también los sembrados.
En una sintética enumeración de los perjuicios para la ganadería se puede decir que se cubrieron las pasturas de ceniza, se ensuciaron los bebederos, a los animales les sangraron las encías y se les gastaron los dientes, les ardían los ojos. Tenían síntomas de asfixia y de locura, lo que los impulsaba a huir, muchos murieron a causa de estas complicaciones.
En tanto que las personas, tuvieron distinto tipo de comportamiento según su grado de conocimientos y condición social.
“La lluvia de polvo de piedra pómez se observa también hasta Buenos Aires”, escribió en sus páginas el diario La Reforma de General Pico. “Por el atascamiento de las vías no pudieron correr los trenes de las líneas Arizona y Telén” acota el periodista.
Algunos tuvieron mucho miedo, ese temor los llevó en casos extremos a dramatizar el cuadro que les tocó vivir y se derramaron muchas lágrimas. Otros comenzaron por ver de qué se trataba y llevados por su curiosidad se dieron a la tarea de investigar que era lo que había caído. Varios llevados por su olfato y el olor a azufre de la que venía acompañada, la compararon con la pólvora. Hubo quienes en virtud del color, la asimilaron con el cemento. Algunos otros, con talco grueso de baja calidad y varios hasta imaginaron que podría tratarse de alguna especie de harina, con la que solía hacerse el pan negro.
Pero pasados las primeras horas de desconcierto, de temor y aún de angustia, con las primeras noticias que se fueron teniendo, a través de la radio, el teléfono y los diarios del día siguiente, comenzó a renacer la calma. Las autoridades comunales se dieron entonces a la tarea de juntar la ceniza, limpiar los techos, sacarla a la calle. Ayudar a los animales y tomar medidas para hacer la vivienda más habitable.
La medida más común fue colocar trapos húmedos en puertas y ventanas para evitar que la ceniza penetrara en la vivienda.
Relatos de Testigos oculares.
“Yo estaba ordeñando las vacas en el campo donde vivía, en Victorica. No me acuerdo bien cuando cayó. Me parece que en el año 1935 más o menos. Vi que caía polvo blanco del cielo… Caía arriba de las vacas, y yo le toqué el lomo a la que estaba ordeñando para ver que era el polvo, porque yo creía que era talco. La ceniza cayó a las dos de la mañana, cuando estaba ordeñando. El cielo estaba negro.
Al otro día estaba igual, como si fuera de noche. Había mucha gente que se creía que era el fin del mundo. Yo iba a una Escuela de Hermanas, y cuando ese día vieron que no amanecía, nos hicieron comprar velas grandes para que nos iluminara hasta nuestro último día, porque las monjas se creían que era el fin del mundo. Yo escuché que había gente que se tiraba de los balcones, en Buenos Aires. Eso duró tres días más o menos. Después, cuando vine a Pico con mis hijos, hicieron la cuneta en la calle 25, y encontraron ceniza, pero dura, tipo piedra… ¡Ah, en Victorica, cuando pasó todo, la ceniza llegaba hasta los setenta centímetros de alto!.”(Juana Collado de Martínez)
Al otro día estaba igual, como si fuera de noche. Había mucha gente que se creía que era el fin del mundo. Yo iba a una Escuela de Hermanas, y cuando ese día vieron que no amanecía, nos hicieron comprar velas grandes para que nos iluminara hasta nuestro último día, porque las monjas se creían que era el fin del mundo. Yo escuché que había gente que se tiraba de los balcones, en Buenos Aires. Eso duró tres días más o menos. Después, cuando vine a Pico con mis hijos, hicieron la cuneta en la calle 25, y encontraron ceniza, pero dura, tipo piedra… ¡Ah, en Victorica, cuando pasó todo, la ceniza llegaba hasta los setenta centímetros de alto!.”(Juana Collado de Martínez)
La ceniza que se extraía de las viviendas y los comercios se depositaba en el centro de la calle. De allí se llevó a la zona de los médanos de General Pico donde se enterró.
Este relato transcripto arriba, fue realizado por doña Juana Collado (66 años) en General Pico durante el año 1989 a un alumno que la entrevistó para un trabajo de Feria de Ciencias. Posteriormente esa investigación en la que intervinieron muchos alumnos de distintas escuelas secundarias se transformó en el libro “La caída de ceniza en La Pampa” publicado en noviembre de 1990 por la fallecida profesora Irma Zanardi de Rivera.
Imagen de un campo no determinado de la zona rural del norte de la Pampa Central
Imagen de un campo no determinado de la zona rural del norte de la Pampa Central
Del mismo libro extraemos este otro testimonio de un paraje más al oeste de Victorica. (“Yo vivía en La Pastoril, hacía cinco años que vivía ahí porque había venido de España con mis padres). Ese día mi papá escuchó que los terneros mugían, como todos los días, a la hora de ordeñar las vacas (porque los terneros eran como un despertador para mi papá), pero ese día se extrañó porque estaba todo oscuro. Entonces mi papá salió afuera para ver que pasaba y cuando entró tenía los hombros todos blancos.
Nosotros pensamos que estaba nevando y mis hermanos, que eran chiquitos, se pusieron a saltar de alegría, pero cuando mi papá se tocó los hombros se dio cuenta que no era nieve porque estaba seca. La ceniza, en algunos lados, tapaba el pasto. De la cantidad que había, los animales no podían comer y se morían de hambre, y otros se asfixiaban porque era una especie de talco. Mirá…yo no me acuerdo de que nadie se haya matado por eso. Algunos decían que era el fin del mundo, pero de ahí a que se mataran no sé…Mamá le ponía a mis hermanitos, pañuelos mojados en la nariz y en la boca, para que pudiesen respirar mejor.” (Trinidad Soto 92 años)
Nosotros pensamos que estaba nevando y mis hermanos, que eran chiquitos, se pusieron a saltar de alegría, pero cuando mi papá se tocó los hombros se dio cuenta que no era nieve porque estaba seca. La ceniza, en algunos lados, tapaba el pasto. De la cantidad que había, los animales no podían comer y se morían de hambre, y otros se asfixiaban porque era una especie de talco. Mirá…yo no me acuerdo de que nadie se haya matado por eso. Algunos decían que era el fin del mundo, pero de ahí a que se mataran no sé…Mamá le ponía a mis hermanitos, pañuelos mojados en la nariz y en la boca, para que pudiesen respirar mejor.” (Trinidad Soto 92 años)
Otras noticias.
Recuerdo que siendo aún niño fuimos con mi padre en el camión canadiense que conducía su sobrino José de la Nava a buscar leña al campo de don Eladio Rodríguez. El campo se llamaba por aquel entonces (principios de la década del cincuenta) "Los bajos duros". Era a la mañana, no bien llegamos y entramos, comenzamos a ver en el suelo entre el pasto puna, algo de color blancuzco, medio grisáceo claro.
Mi padre hizo la pregunta que yo tenía en mente ¿che eso blanco que es?. A lo que José de la Nava, que era de pocas palabras, respondió "esa es la ceniza que cayó hace muchos años"
Mi padre hizo la pregunta que yo tenía en mente ¿che eso blanco que es?. A lo que José de la Nava, que era de pocas palabras, respondió "esa es la ceniza que cayó hace muchos años"
A mediados de la década del sesenta el odontólogo Dr. César Máximo Viniegra, de Victorica, comenzó a realizar una experiencia para colocar prótesis dentarias a vacunos, cuyas dentaduras habían sido desgastadas tempranamente por efecto de productos abrasivos como arenas y cenizas. La reposición de dientes permitía al animal volver a alimentarse bien, evitando la desnutrición temprana y su consecuencia inmediata perder su capacidad de reproducción.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
Zanardi, Irma: "La caída de Ceniza en La Pampa, editado año 1990
Fotografías: Fototeca Bernardo Graff del Archivo Histórico Provincial "Fernando E. Araoz", Santa Rosa (La Pampa), Argentina.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
Zanardi, Irma: "La caída de Ceniza en La Pampa, editado año 1990
Fotografías: Fototeca Bernardo Graff del Archivo Histórico Provincial "Fernando E. Araoz", Santa Rosa (La Pampa), Argentina.
Gracias por el Articulo, muy completo ,solo lo conocia a traves de lo que me habia contado mi padre pero nunca hasta ahora supe las reales causas.Por supuesto en nuestra zona (Azul Pcia de Buenos Aires)la caida de ceniza fue leve aun asi todo fue cubierto con una capa de "puloil" segun lo recordaba mi padre.Saludos
ResponderEliminarAmerico, tenes fotos de aquella epoca ? leomurruni@hotmail.com
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