Para poder percibir la extraordinaria diversidad, natural como cultural, es fundamental que estemos sensibilizados para el asombro. Esto es posible siempre que no utilicemos anteojeras ideológicas. Dejemos de lado las muletas del dogmatismo cerril. Abandonemos, aunque más no sea por algún tiempo los prejuicios y finalmente desenchufemos la mirada de los intereses materiales para poder admirar la enorme riqueza espiritual que nos rodea.
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