El viernes 28 de agosto pasado, en el Museo Provincial de Artes en la ciudad capital de La Pampa, asistimos a la inauguración de una interesante exposición compartida, que se presentó bajo el título que encabeza este artículo.
El artista convocante fue el poeta Miguel de la Cruz, por eso en la portada del catálogo el subtítulo es “Miguel de la Cruz, poeta, convoca a los dibujantes pintores”.
Sus invitados fueron Eduardo Vázquez, quien reside en Mendoza capital, Claudia Lilian Espinosa, quien reside en Santa Rosa, capital de La Pampa, Laura Beckman, residente en Guatraché, al sureste provincial y Daniel Ruiz quien vive en La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires.
¿Porqué los eligió a ellos y no a otros?, es el propio Miguel quien nos lo responde en la introducción aludiendo a “Un gusto personal”, con estas palabras: “Porque me son inevitables. Es como tener sed y hambre de sustancias precisas, y basta que piense en sus imágenes para que me colme. Me gustan porque son intensos. Intensidad para mí significa que nada falte ni sobre en una obra.”
Los cuatro son oriundos de La Pampa y todos fueron también alumnos del ex Instituto Provincial de Bellas Artes, de Santa Rosa, donde tuvieron como profesores a Jorge Sánchez, Amílcar Evangelista, Cristina Prado, y otros destacados plásticos pampeanos como Eduardo Dinardo y Alfredo Olivo.
Acompañó la presentación de la misma, la proyección de un video producido por Pilmaiquén de la Cruz, hija del poeta con imágenes del fotógrafo pampeano Jimmy Rodríguez y textos del propio Miguel de la Cruz.
Foto de Jimmy Rodriguez año 2009 del poeta pampeano Miguel de la Cruz residente en Santa Rosa y encargado de la Biblioteca del Museo.
Este trozo pertenece a Miguel de la Cruz, un poeta de la joven generación del cincuenta, nacido en Anguil, provincia de La Pampa.
“Hay una forma de entender el lenguaje y es estar callado, escribiendo. El dibujo es la escritura antes de ser letra. La pintura es emanación de un dibujo escondido, antes que un color. Cada trazo es un secreto muy anterior a la mirada. No todo empieza por el ver. Hay que escribir a ciegas. Las líneas del destino se van dando en secreto. Basta con mirarme una mano, para creer en el dibujo como en el gran contorno de todas las vueltas que da la vida para hacernos reales.”
Este trozo pertenece a Miguel de la Cruz, un poeta de la joven generación del cincuenta, nacido en Anguil, provincia de La Pampa.
Entre sus publicaciones se cuentan “Vuelo Plural” obra colectiva editada en 1980, “Desde la trampa” 1981, “Poemas Regionales” 1987, “Guía de Ausencia” 1994 y “El Sendero sin bordes” 2003. Creó y dirigió, la edición de una “Hoja literaria Despliegues” que perduró hasta los 22 números, el último de los cuales apareció en el 2000.
De Eduardo Vázquez dice De la Cruz en el fragmento inicial de su presentación. “Como ilustrando fábulas en el linaje de las alegorías”, es el título y seguidamente escribió:
“Su abuelo Ramón Vázquez lo fotografió desayunando en la ciudad de Mendoza, de donde eran los dos. Ahí está Eduardo, de niño. De ese retrato nació su obra “Los ojos de Ramón”. ¡Con ese título!: ¡como si el mirar del abuelo hubiera recreado la imagen del niño esa mañana! En vez de una taza, Eduardo esbozó un corazón en el dibujo que le inspiró la foto. Abuelo y niño, sombra y luz, opuestos repartiéndose la ambigüedad como tema.”
Con relación a la obra de Claudia Espinosa el poeta de la Cruz titula su presentación como:"Paisajes en éxodo, cargas de imprecisión”.
“Poco a poco el paisaje ha contenido por completo a la figura humana y ambos, cada vez más, han sido tratados con el lenguaje de la ilustración.” Esta frase inicial es complementada con este fragmento escrito más abajo. “El paisaje se está contando a sí mismo, delira, ensueña. Quienes lo transhuman son gente de paso aunque se reconozcan en todo a primera vista”.
La obra de Laura Beckman es especial y ha producido en la sensibilidad del poeta estas reflexiones iniciales: “Ondeando en un espacio sostenido por hilos”, dice el título y en el fragmento de apertura expresa: “Laura pinta sus dibujos con pocos contrastes, aguando el color, sin subir el tuno, como es ella, una detallista ensimismada en su arte. Algunas de las obras que nos presenta fueron hechas en un principio con la idea de que se exhibieran desplegadas, como un libro de artista. Laura es encuadernadora, y de muy fina factura, al modo de la seda oriental.”
Por último el catálogo nos introduce en la obra de Daniel Ruiz, de quien de la Cruz nos anoticia: "Viviendo en Santa Rosa fue sobre todo el dibujante y retratista que aprendió a ser desde niño; cuando se fue a La Plata, en el 90, se hizo pintor, a la par que retrataba gente en paseos públicos, conservando el dibujo propiamente realista de sus comienzos."
Una muestra que nos permitió tomar contacto con la diversidad de expresiones en sus distintas vertientes no sólo de escuelas, tendencias, vanguardias, sino fundamentalmente conocer la búsqueda y los medios que utiliza cada uno de estos artistas, que no son demasiado conocidos, pero no por eso deja de ser valiosa su obra.
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