El suplemento cultural de los domingos del diario La Arena, “Caldenia” publicó el 14 de abril de 1996, la primera de una serie, que Walter Cazenave denominó “estampas del artista”, realizadas por Carlos Alberto Riela a plumín y tinta china.
La serie fue titulada “Del pasado y de esta tierra” y aunque son pocas, lástima que éstas y otros trabajos publicados en la revista de la Cooperativa de Electricidad Santarroseña no hayan sido recuperadas aún para formar parte de un trabajo mayor de rescatar la personalidad de este auténtico artista que fue el amigo Riela.
De él en la nota citada dice el propio profesor Cazenave “Para los lectores de nuestro diario resulta obvia la presentación de Carlos Riela en su condición de dibujante. En ese aspecto el artista –autodidacta, de inclinación clásica y tradicionalista- acredita suficientes méritos, especialmente en lo que hace a sus trabajos como ilustrador de la historia pampeana”.
La serie comienza con “A contraviento”, continúa con “La panadería Olmo”, se proyecta con “El vendedor de golosinas”, alcanza un gran momento con la obra “El carrito aguatero”, tiene su clímax con “La visita”.

Sobre ésta última ilustración Cazenave acota en la introducción del epígrafe adjunto: “La intensidad de la alegría de los protagonistas de las visitas campesinas, sesenta y más años atrás, solamente puede contarlas quien las haya experimentado.” Es que justamente “Pocho” Riela ponía en el dibujo sus propios recuerdos y los profundos sentimientos de amor hacia la primera etapa de su vida donde transcurrió su niñez.
No se si esta que comento fue la última de las “estampas” publicadas en Caldenia, pero vale como muestra estas, algunas de las cuales reproduzco para que puedan apreciarlas.
Aprovecho para insertar una fotografía tomada por Lázaro Pérez en la década del 60 cuando varios niños se dedicaban a llevar agua desde los grifos de Obras Sanitarias hasta las viviendas de los pobladores cuyos pozos se habían secado.
Seguramente los abuelos victoriquenses de la década del 50 recordarán a los Olmos y su carro ambulante de distribución de galleta, pan y facturas a domicilio. Había también verduleros ambulantes, heladeros ambulantes y por supuesto los lecheros ambulantes que día por medio o a veces diariamente dejaban la leche en los hogares victoriquenses.

La iniciativa de otros amigos de Victorica de rescatar un friso que “Pocho” pintó en el frente de la estufa de la casa de campo donde antiguamente habitaron los García con su familia y trasladarlo a Victorica para revalorizar un proyecto de paseo del Arte que piensan bautizar con el nombre de Carlos Alberto Riela, será un justiciero y merecido homenaje. Lástima que, como siempre, los homenajes no se hacen en vida. Los argentinos tenemos demasiado adentro la cultura necrofílica. Declaramos el amor a las personas cuando ya se han ido de entre nosotros.
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