lunes, 9 de septiembre de 2013

CATRILO EL PORTAL DE LA PAMPA

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la fundación de Catriló, un pueblo del norte de la provincia de La Pampa, República Argentina, el portal de ingreso a nuestra joven provincia cuando se transita desde la provincia de Buenos Aires por la ruta nacional Nº 5.

Pero antes que existieron los caminos pavimentados, después de las rastrilladas que usaban los indios, llegó el ferrocarril y en homenaje a su pueblo y al camino de acero que acercó el progreso al nuevo territorio a colonizar, don Emilio Bompadre escribió este libro.

"El 20 de junio de 1897 la primera locomotora, en viaje de prueba, llegó a Toay tripulada por un tal Arpigiani, padre y abuelo de futuros maquinistas pampeanos", comenta en el exordio el autor. Y prosigue: "Y cuando aquel 9 de septiembre del mismo año 97, el ferrocarril del Oeste inauguró oficialmente el recorrido Once-Toay, fue como que Catriló (Portal de La Pampa), apenas una intención de pueblo, se hubiese puesto los pantalones largos."

El libro tiene cuentos, anécdotas, poemas y todo tipo de sucedidos por esos pagos relacionados con el ferrocarril. Voy a tomar uno de ellos que está titulado "Una Carrera" y que el autor ha dedicado "A la memoria de Marco Isequilla"

"Ambos servicios fueron contemporáneos y rivales, por supuesto, durante un no muy largo periodo. Rivalidad con final cantado por la desproporción de los adversarios. Como que las galeras sobrevivieron muy poco tiempo la competencia desleal del pata !e fierro".

"Sin embargo, Cicognani, un jugador de fortuna que andaba por Catriló, supo defender el palio de los vehículos de tracción a sangre frente al caballo de vapor". Era propietario de una yegua trotadora sobresaliente:La Valona. Y como para despuntar el vicio comenzó a esperar el pasajero cerca del Meridiano V, para echarla a correr a la par de la formación, atada a un sulky livianito, sobre el camino paralelo a las vías según se va a Catriló."

Los foguistas del tren parecieron aceptar el reto y, negros del hollín, echaban los bofes para alimentar la caldera hasta que la aguja del manómetro de presión se clavaba en la mitad del segmento rojo, indicando peligro de explosión. Porque el desafío ya era una cuestión de honor. Durante las primeras semanas la máquina superaba fácilmente al animal. Después el auriga fue encontrando el tiro y le vio la pata a la sota. Pero no mostró el juego."

"Cuando La Valona estuvo puesta como para el derby, el jugador hizo acomodar la huella a pala de buey y, después de hacerle una pregunta a la trotadora, anudó la depositada. Y se jugó todo lo que tenía, lo que le prestaron, y una fortuna de amor propio."

"Continuaron los aprontes previos. Los músculos del animal parecían copiar los movimientos de la gran biela y pistón de la locomotora. O viceversa. El atalaje de lujo competía con los bronces de la máquina y el chirrido de las ruedas de hierro sobre los rieles se repetía en menor escala en el que las llantas del sulky le arrancaban a las arenas sueltas del camino."

"Me contaba mi abuela -detalla el escritor-, en cuya quinta habían estabulado a la yegua, que a la alborada del día señalado el dueño sacó a La Valona del corral techado. Entonces pacientemente se ocupó en revisarle la vasadura, que en los días previos había fogueado con grasa caliente de oveja. Y una vez que limpió con prudencia los candados, le bajó la tapa hecha de una cobija y la careta haciendo juego. Después, la cepilló hasta dejarla reluciente y le habló en la oreja un largo rato. (La yegua relincho corto, como diciéndole entendí)"

"Se esmeró en aperarla, le colocó unos macachines en la anteojera y la ató a las varas. Luego remojó los belfos de su crédito con un líquido que sacó del cajón del sulky y se dirigieron tranqueando al punto de partida. La carrera se había pactado partiendo a los 200 metros después del Meridiano hasta el paso a nivel de la entrada al pueblo. A esa hora, ya amanecido, el arenal que ondulaba los campos a los flancos de la calla y las vías asemejaba una fotografía en color sepia del mare nostrum".

"Y salió el sol con tantas ganas que el jugador lo tomó como un signo de buen augurio, pensando que el poncho de los pobres ratificaba su pacto con los seres vivos. El maquinista, mientras se acercaba a todo vapor al Meridiano, dejó escapar tres largas pitadas para confirmar el duelo. La Valona con todo el mapa de sus venas resaltando en las paletas, las patas y la panza, se salía de la vaina. Inquieta, con las orejas atentas el reconocer el traqueteo de su rival, alzaba una y otra mano alternativamente."

"Se apreciaba aún el olor al pasto quemado del terraplén que alguna chispa de la vaporera había encendido la semana anterior.Recién cuando Cicognani distinguió claramente la cara del maquinista se pusieron en movimiento. Primero al paso, y enseguida se transformó en un trote corto que se fue alargando al aproximarse el tren. Cuando estuvieron a la par, el desafiante lo miró por sobre el hombro izquierdo y lo convidó: !Vamos! La Valona saltó tan largo que le hizo pegar los riñones contra el respaldo del sulky."

"La máquina, que en los primeros 300 metros aventajaba a la yegua, pronto la tuvo a la par. Y Cicognani, sabedor que caballo que alcanza ganar quiere, en un gesto de gringo fanfarrón se tocó el ala del funyi a modo de saludo. (Si la trotadora aguanta el ritmo, primero yo...). Ya se divisaba la cabina del guardabarreras y las señales en posición de darle entrada al pasajero. El maquinista, que había depositado el último sueldo y todos sus ahorros en la boletería de la estación para copar la parada, por primera vez dudó en alcanzar el triunfo."

"Y aprovechando que en el último tramo la huella se recostaba mucho contra las vías, con su orgullo agonizando, recurrió al juego sucio de una triquiñuela ferroviaria y le abrió la válvula de alivio que tiene la caldera para disminuir la presión. El potente chorro de vapor, afortunadamente a destiempo, le erró a la Valona. Pero alcanzó al conductor que estoicamente se aguantó las quemaduras sin cargarse en las riendas."

"Este artero gesto del maquinista fue abucheado por los pasajeros que asomados a las ventanillas, en una natural parcialidad a favor del más débil, animaban a la yegua. Pero en el pecado está la penitencia, porque la merma de presión se tradujo en una aflojada de la marcha del tren (que después hizo especular si no se habrían engrasado los rieles para hacer patinar las ruedas en los tramos finales...) La cosa fue que allí, precisamente, La Valona lo cortó a luz."

"Y justo cuando el cabinero comenzaba a bajar las barreras, el sulky, en lugar de doblar a la derecha para entrar al pueblo, lo hizo hacia el lado opuesto. Y como para que no quedasen dudas alcanzó a cruzar el paso a nivel por delante de la máquina, en una última tocada de culo a los ferroviarios y al progreso. Por la calle de atrás de la estación llegaron bañados en sudor y blancos de polvo, como fantasmas, hasta el atadero de los ingleses que era un riel sostenido por dos apoyos."

"Entonces Cicognani se bajó, le palmeó el cogote a La Valona mientras le hablaba bajito y entró a la boletería a cobrar la apuesta. Seguramente, imaginando regalos para llevarle a su familia, que lo aguardaba esperanzada en el pueblo de los vascos. Generoso en las ganadas como compensación por las necesidades que les causaban las perdidas."

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