Venito
Domingo Riela nació en Anchorena, un pueblito del sur de la provincia de San
Luis, el año 1932 cuando cayó la ceniza del volcán El Descabezado. Sus
progenitores se habían desposado el año 1929 en el campo “Valle Hermoso”, cuando
había grandes majadas de ovejas y todavía mucho trabajo, antes que llegara la
crisis internacional.
Su padre Antonio Riela, de ascendencia
italiana por parte de padre y de la colectividad de los vascos por parte de
madre, había nacido en Rauch (Buenos Aires) y estaba casado con Felisa Pereyra,
con quien tuvieron varios hijos mujeres y varones.
Para intentar mejorar la situación de la
economía de una familia numerosa se vienen para el Territorio Nacional de la
Pampa Central, a instalarse en el lote 5 donde don Antonio arrendó dos leguas
de campo que trabajó durante varios años, pero como no entendía de papeles,
nunca pudo hacer valer sus derechos como ocupante.
Los niños y niñas de la familia
Riela-Pereyra fueron inscriptos en la escuela nacional Nº 242 de la Colonia “La
Pastoril”.
Don José López vecino de allí, le prestó
una casa donde se instalaron a vivir. Todos los días los hermanos Riela recorrían
dos mil metros para ir y luego la misma distancia para volver al hogar, siempre
caminando, fuera invierno o verano.
Don Antonio Riela, de talla pasando la
media, de ojos verde intenso, después de realizadas las actividades diarias en
el campo, en la intimidad del hogar casi todas las noches tocaba su
“verdulera”, el acordeón a piano de ocho bajos.
“Chola” la más alta, y “Cato” dos de los hermanos mayores, fueron de
los primeros que aprendieron a tocar el instrumento, guiados por su padre, pero
fundamentalmente estimulados y entusiasmados por su participación en los actos
escolares y alentados por su inteligencia auditiva, la que les permitía
ejecutar lo que escuchaban de su padre o en los discos de pasta en el fonógrafo
familiar.
Tiempo después, el Encargado de la
Estafeta de La Pastoril de apellido Alanís resultó favorecido en una rifa con
un bandoneón. Esto hizo que los niños y niñas Riela que tenían experiencia
musical, pulsaran también el bandoneón del vecino, aprendiendo en forma
autodidacta.
Don Antonio Riela y doña Felisa Pereyra
En vista del entusiasmo de los hijos por
la música, don Antonio decide, un año de buenos ingresos con la venta de la
lana, encargar a la Casa “América” de Buenos Aires un bandoneón, a través de la
firma Trapaglia de Telén.
El día que llegó el camión con el paquete
de la encomienda, “Chola” y “Cato” inmediatamente lo desembalaron y se
encontraron con la sorpresa que no era un bandoneón, sino una bandónica, un
instrumento parecido a los que conocían pero diferente, al que los hijos de
Riela no le tuvieron temor y se adaptaron al mismo.
El año 1946 la familia Riela deja el
campo y se traslada a Victorica. Allí Venito Riela, “Chumo” para los amigos, conoce
a Carlos Leyton quien había aprendido a tocar el bandoneón al lado de Modestino
Pérez el creador de la orquesta YTYEDO. A Domingo, nuestro personaje, se le
ocurre ir a la casa paterna de Leyton a solicitarle que le enseñe. Don Teodoro
Leyton le advierte que a Carlitos le gustaban los alumnos si hacían bien las
cosas y si tenían voluntad de aprender, pero Chumo no se amilana.
Fue en ese tiempo que llega a Victorica
el linyera Flores, aquel bandoneonista de la orquesta de Francisco Canaro que
se había dado a la bebida por una cuestión sentimental. Carlos Leyton, quien lo
trató y albergó, había acordado hacer un concierto con él en la Sociedad
Italiana, a la que pertenecía don Teodoro Leyton, en el que participaría
Flores, pero como ese día faltó a la cita, el concierto se llevó a cabo con el Dúo
Leyton-Riela.
Mientras va creciendo, Venito en su
juventud trabaja en el Almacén de los hermanos Imbelloni y también en lo de
Calandri.
Al llegar el año 1949, cuando estaba por
tramitar la libreta de enrolamiento le dice a su padre que quería irse a Buenos
Aires a estudiar el bandoneón, aprovechando que allí vivía su hermana “Pila” quien
se había casado con Fermín Hadad. El padre accede y Domingo llega a Buenos
Aires con sus sueños y bagaje de ilusiones. Como Hadad era colectivero,
enseguida le consigue trabajo en la línea que hacía el recorrido de Pompeya
hasta Fiorito, pero duró poco porque un día tuvo que realizar una frenada tan
de repente que el inspector del colectivo pasó de largo, así que renunció.
Después trabajó en el Frigorífico Wilson durante casi tres años, allí aprendió
el oficio de carnicero y pudo comprar su primer bandoneón.
El año 1952 le tocó el servicio militar
y allí armaron junto con otros conscriptos una orquesta con la que intervenían
en los agasajos y otras fiestas. Uno que recuerda de esa época es el que se le
realizó al General Franklin Lucero. Su profesor fue Juan Carusso quien
tenía academia y orquesta propia.
Después, regresó a Victorica, trabajó en la carnicería que su padre tenía en
sociedad con su cuñado Miguel Peralta, casado con Chola Riela padres de “Cacho”
Peralta un recordado futbolista en los clubes Cochicó y Atlético Santa Rosa.
“Chumo” integró el equipo de fútbol del Club Cochicó en el que también jugaron
sus hermanos, siendo “Pocho” uno de los delanteros más reconocidos y a quien él le enseñó la postura de la mano cuando quiso iniciarse en el bandoneón, pero
como era muy tímido, nunca quiso actuar en público, salvo aquella noche en que
el maestro cordobés Jorge Arduh lo hizo subir al escenario y compartir un tango.
La foto de doña Felisa en su cumpleaños 80º con la mayoría de sus hijos. "Chumo" a la derecha y "Pocho" a la izquierda
Se puso de novio con Alicia Etelvina
Zapata, con quien luego se casó y de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos,
tres varones y una mujer.
En Victorica formaron una orquesta con
Dora Zapata al piano, "Bicho" Gilardenghy y "Pelado" Gesualdi en contrabajo y
batería. Supo integrar también la orquesta "Los Chavitos" de Telén, dirigida por
Beltrán Chaves en bandoneón, su hija Blanca en piano, Hernán en batería y
"Laucha" Polanco como cantor. Su memoria ha retenido el dato que en aquella época le
pagaban $ 12 la noche de actuación.
Era el año 1970 cuando deciden venirse a
Santa Rosa. Se instalaron y al día
siguiente el jefe de la familia Riela-Zapata salió por el barrio a buscar
trabajo. Con bastante suerte, dado que el lavadero de autos del Ingeniero Rojas
lo tomó. El reconoce que nunca había lavado un auto, pero así como había sido
chofer, carnicero, empleado de almacén, también aprendió ese oficio en el
lavadero automático. Lo hizo tan bien que a los dos años el Ingeniero le
ofreció un puesto en el Centro Cívico, con la condición de no abandonar su
trabajo en el lavadero.
En el trayecto de su casa y el lavadero
hacia el Centro Cívico, todos los días pasaba por la esquina de las Avenidas
España y Luro, en cuyo local funcionaba la Peña “El Rincón de los Amigos”.
Por aquellos años actuaba la orquesta
“Los Panameños” integrada por algunos suboficiales del Ejército junto al
pianista Rubén Dadam, Hugo Cabada en bandoneón y los cantores Humberto Marietti
y Osvaldo Montiel. Cuando Cabada es trasladado por su trabajo en el Correo,
ingresa en su lugar a dicha orquesta.
Posteriormente forman “Los Príncipes del
Tango” Domingo Riela y Hugo Cabada en bandoneón, Oscar Tubán guitarra, Ernesto Mansilla bajo, y los
cantores Humberto Marietti y Osvaldo Montiel. Fueron largos años de actuación
no sólo en Santa Rosa y otros pueblos de La Pampa, y hasta en alguna provincia
vecina.
El primero de la izquierda al comienzo de la escalera es Riela, le sigue Cabada, enfrente el primero Mansilla y le sigue Tubán, arriba a la derecha Marietti y enfrente Montiel
El trabajo en el lavadero, más el empleo
en el Centro Cívico y los ingresos por su participación en la orquesta, le
permitieron construirse la casa propia,
enfrente donde habían alquilado al llegar con su familia desde
Victorica.
También participó de una formación
orquestal denominada “Arco Iris” con “Pocho” Roldán, Reyes y Marín.
Cuando se trasladó a la casa nueva, se
olvidó algunas cosas, entre las que estaba el bandoneón. Esa noche llovió a
cántaros, el agua subió a las veredas y entró en las viviendas que tenían un
nivel más bajo. Cuando lo fue a buscar, el bandoneón estaba flotando dentro de
la habitación, por eso lo bautizó “El Navegante”. Se quedó varios años sin
instrumento.
Cierta noche en una actuación en General
Acha, se le salta una tecla al bandoneón que le habían prestado. Como no era
posible arreglarlo en ese momento estaban por suspender la actuación cuando
aparece un señor de apellido Barón Brill, de profesión peluquero, que le ofrece
el bandoneón para que continúe. Cuando termina la función le agradece la
gauchada a Brill, pero este lo sorprende diciéndole que no se preocupe, que lo
lleve, para continuar actuando con ese instrumento, dado que él tenía otros dos
más.
De esa manera prosigue
sus actuaciones en Night Club, o acompañando a grandes cantores que vienen de
Buenos Aires a actuar en Santa Rosa, entre ellos Jorge Valdez y otros.
Venito Domingo Riela sentado con su bandoneón, junto a su esposa, a la izquierda uno de sus hijos Ceferino, a la derecha su nieto Federico, parados a la derecha su hijo Jorge y el nieto Alexis, junto al autor de la presente nota (Santa Rosa junio de 2012)
Venito
Domingo Riela, integró también la formación orquestal de don José Parassaco, en
la que participaba su hija al piano.
Domingo también fue maestro de Iriarte
de Luan Toro, que comenzó estudiando con Norma Lobato y ella le indicó que lo
fuera ver a Chumo. Años después harán una actuación en el Teatro Español donde
Iriarte tocó junto a su maestro, acompañado por la guitarra de Jorge Riela, uno
de los hijos, con el que Chumo ha compartido durante sus últimos años de actuación
el escenario.
El año 2001 le rindieron un homenaje a
don Roberto Morán un recordado bandoneonista en Telén y la zona, allí
estuvieron Venito y Jorge Riela, junto a Iriarte, recordando su participación
en tantos bailes de carnaval y fiestas en los pueblos del oeste de La Pampa.
Actualmente Venito Domingo se regocija
escuchando tocar el bandoneón a su nieto Federico a quien acompañan en guitarra
su padre Jorge y su hermano Alexis. Esto le llena de alegría el corazón porque
intuye que la música y la familia Riela seguirán asociadas por muchos años más
en La Pampa.
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