jueves, 2 de abril de 2009

HA MUERTO UN LIDER

Ayer murió el Dr. Raúl Alfonsín, quien fuera presidente de la Nación Argentina entre el 10 de diciembre de 1983 y el 24 de Mayo de 1989.

Alfonsín como se recuerda ganó las elecciones del 30 de Octubre de 1983 que inauguró el primer periodo del retorno al sistema democrático, luego de la más atroz dictadura del denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Alfonsín derrotó por primera vez en las urnas al Peronismo y lo hizo cosechando votos de la base peronista del conurbano bonaerense.Sus seguidores asociaron su nombre a la palabra democracia. Nosotros que estrenábamos el rol de opositores, nunca aceptamos eso.

Indudablemente que el liderazgo encarnado por Alfonsín instalando el Juicio a las Juntas Militares que habían usurpado el poder, con la restauración de los Derechos Humanos, con su inclinación a lograr la paz, no solo interna, sino también internacional, hizo que cosechara muchos triunfos.

Después de ese memorable 30 de Octubre, Alfonsín ganó el plebiscito que convocó por el tema del Beagle y eso le permitió incrementar la adhesión y la confianza en las mayorías populares.

Cuando llegó el año 1985 y a pesar que la economía se le había complicado, logró, cambio de equipo económico mediante, poner en marcha el denominado Plan Austral, cambiando la moneda y poniéndole freno a las expectativas inflacionarias. Eso le permitió ganar las elecciones de renovación de Diputados Nacionales con lo que la autoestima de su liderazgo pegó un nuevo ascenso y ello le dio oxigeno suficiente para pensar en tres cuestiones utópicas.

La primera fue concebir la gestación de un Tercer Movimiento Histórico. El primero había sido el encabezado por Hipólito Yrigoyen, el segundo había sido creado y liderado por Juan Domingo Perón y el tercero, se lo pensaba como una fusión del radicalismo con las bases más humildes del peronismo.

La segunda cuestión a partir de estos triunfos y de la primera utopía fue pensar la Reforma de la Constitución Nacional para introducir la reelección. Para ello creó una comisión denominada Programa para la Consolidación de la Democracia, que recorrió el país auscultando la factibilidad, chequeando los temas con mayor aceptación ciudadana y dibujando una agenda probable de la puesta en marcha de esta utopía.

Yo era diputado provincial en ese entonces y recuerdo que cuando la Comisión vino a La Pampa, pude estar sentado en el almuerzo de agasajo que brindó la Legislatura al lado del Obispo Fernando Storni. Conversando con él e intercambiando ideas al respecto del tema expresé mi pensamiento al respecto: “creo que antes que reformar la Constitución, primero hay que hacerla conocer, respetarla y hacerla respetar.”

Recuerdo que el obispo le comentó a quien tenía a su lado lo que acababa de escuchar, manifestando que en cierto sentido ese era también su pensamiento.

La tercera utopía que lanzó Alfonsín en esos años fue el Traslado de la Capital y en su utopía austral, de marchar hacia el Sur, hacia el frío, ubicó al área de Carmen de Patagones-Viedma como el lugar indicado para la nueva radicación.

Alfonsín no pudo concretar ninguna de sus tres utopías, aunque el discurso de la modernización, como el del Congreso Pedagógico Nacional le fue útil para hacer retórica durante largo tiempo.
Era un día "pampa" con mucho viento en la ciudad capital. Hacía frío todavía, pero Alfonsín llegaba a ponerle calor a una campaña que presentía complicada. Espero para estrecharle la mano, mientras lo saluda el ministro de Gobierno de entonces Jose Maria Dalmasso.

A La Pampa vino poco antes de las elecciones de 1987, haciendo campaña, pero también a poner la piedra fundamental en el lugar donde se suponía que sería trasladada Vialidad Nacional en el programa de Descentralización de organismos nacionales que su gobierno había pensado como para hablar de federalismo.

Cuando se despidió del Gobernador Marín, Alfonsín le dijo “le deseo suerte, pero no éxito”. Es que su pollo era el senador Tomás “Pacheco” Berhongaray, que cayó derrotado por Néstor Rufino Ahuad.

Pasaron los años y Alfonsín vuelve a tener protagonismo después de haber fracasado en su gobierno, debiendo entregar el mando antes de cumplir el periodo constitucional, mediante la firma del denominado “Pacto de Olivos”.

Mediante ese pacto, lograba acordar la reforma constitucional que el no había podido lograr, canjeándole al Justicialismo que había encontrado en el riojano Carlos Menem su conductor, la reelección a cambio de la introducción de algunas instituciones del parlamentarismo europeo que tanto lo seducían. Sus intenciones fueron nobles, pero el resultado no fue para nada propicio al sistema democrático.

A partir de allí su estrella política fue menguando, renunció al cargo de senador por la provincia de Buenos Aires cuando las diferencias entre propios y extraños se hicieron insalvables.
El radicalismo se quedó sin liderazgo y no fue posible evitar la dispersión. Hoy muchos de sus correligionarios que lloran su muerte lo combatieron, algunos por derecha y otros por izquierda.

El se inclinaba hacia la socialdemocracia europea, pero sabía que necesitaba algunos líderes sindicales para que atrajeran a su molino las bases trabajadoras. Se ratificaba en sus creencias republicanas, pero reconocía los límites que los “Capitanes de la Industria” y los poderes de la “Patria Financiera” le ponían a esas inclinaciones.

Jaqueado por los levantamientos militares de Semana Santa, consintió, muy a su pesar las leyes de obediencia debida y punto final.

Seguramente que su muerte y el tiempo, harán que el juicio sobre su gestión de gobierno y la contribución que le cupo en aquella primera etapa de reconstrucción del poder constitucional, cuando se hayan apagado definitivamente las pasiones de los desencuentros argentinos, surgirá más equilibradamente.

Antes de partir dejó dicho una frase que comparto plenamente: “La política implica diferencias, la existencia de adversarios. Pero la política no es solamente conflictos, también es construcción.”

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