Llegó a Victorica cuando tenía 12 años
de edad. Había nacido en Cañada Verde, pero fue asentado en San Luis. Hijo de
criollos, su madre doña Bernavela de Jofré también fue una antigua criolla,
auténtica, que hacia honor a sus raíces.
Por el año 1962 don José, era dueño del
Bar y despensa, que tenía instalado en la casa frente a la estación del
ferrocarril, que fuera de la familia Gómez, donde después se estableció un
pariente suyo con el “Bar El Diablo Rojo”.
Lo recuerdo de mucho antes, cuando
solíamos ir a visitarlos con mamá Trinidad a la casa que alquilaban (que después fue de la familia Alfonzo cuyos hijos fueron compañeros de la escuela 7) al pie de
los médanos enfrente de la familia Aguirre. Allí vivía con su esposa de
apellido Abregú y estaba con ellos alguien que en el pueblo todos conocían como
“El Negro Jofré”, pero en realidad su nombre y apellido era Enrique Pereyra. Un muchacho joven que por aquellos años, se ganaba la vida de
jornalero, haciendo a veces de ayudante del judío Raiman que tenía un boliche
al lado de la carnicería de los Bolés, enfrente del taller de Pagella.
Ese joven ingresó más tarde a la policía
de La Pampa y vistió uniforme de oficial. Se jubiló en la repartición y años
después a mediados de la década de 1990 creó la Agrupación Epugner en Santa Rosa y compartió
junto a los demás Lonkos pampeanos, estando presente en los dos grandes
acontecimientos: la restitución a la tierra de los restos de Mariano Rosas en
Leuvucó y el traslado de los restos de Yancamil a la plaza de Victorica.
Pero volvamos a don José Jofré que tenía
buena memoria sobre algunos sucesos que vio, participó o tuvo noticia. Entre
ellas le contó a quien le hizo el reportaje, que conoció al Capitán del
Ejército don Adolfo Corvalán, que vivía donde fue la panadería de Humberto
Rivas. También recordaba a don Silvestre Rodríguez, uno de los primeros
policías de Victorica, que había sido soldado expedicionario y que cuando se
fue el Ejército en 1888 quedó de baja en el pueblo, ingresando más tarde en la
Policía de los Territorios Nacionales.
Su mayor cantidad de recuerdos estaban
relacionados con las primeras décadas del 1900 cuando todavía vivían muchos
sobrevivientes de la campaña al desierto. Entre ellos mencionó a un tal Benito,
de nacionalidad paraguaya, que hacía de trompeta del Ejército, juntamente con
Alanís. Asimismo recordaba a doña Carmen Orozco, mujer compañera de los caídos
en el Combate de Cochicó, entre los lanceros de Yancamil y los soldados
comandados por el Comandante Sócrates Anaya.
Dijo en el reportaje que había sido
testigo presencial del tiroteo que se produjo entre los defensores de Alfonso
Capdeville y la gente de Victorica, que lo enfrentaba, al frente de quienes
estaba Corvalán. La balacera fue desde el edificio de la escuela Nº 7 donde
estaban los insurrectos y la casa que ocupaba en ese momento el Juzgado de Paz,
pegado al edificio del Salón de la Municipalidad. Conviene recordar que hubo
dos tiroteos en distintas fechas. Esta que el mencionó es cuando Capdeville
estaba reunido con los Concejales adictos. Porque la otra balacera nutrida, fue desde el
edificio antiguo de la escuela 7 hacia las tropas que pasaban por la calle.
Algunos de estas balas habían quedado incrustadas en un paredón de la casa de
Alberto Gesualdi.
También recordó en aquella ocasión que
habló para el Diario “Zona Norte” de General Pico,que cuando se trasladaron los restos de los soldados muertos en Cochicó, que estaban delante de la Iglesia en un túmulo, haber quedado impresionado al ver en los cráneos de aquellos infortunados, las marcas que los indios dejaron con sus bolas, que se veían patentes en los hundimientos que presentaban.
En dicha ceremonia efectuada el 19 de agosto del año 1922, vino una Banda del Ejército desde la provincia de San Luis y una dama muy "honorable" confeccionó y donó una gran bandera argentina.
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