martes, 14 de octubre de 2014

HASTA SIEMPRE MAESTRO CAFIERO


Ha fallecido recientemente el Doctor Antonio Cafiero. Tenía noventa y dos años. Dedicó su vida a la política. Se afilió al Movimiento Nacional Justicialista, desde que se hizo peronista de ley, cuando el 17 de octubre de 1945,  el pueblo trabajador salió a la calle a reclamar la libertad de su líder.

Tuvimos la dicha de escucharlo muchas veces y de leer sus libros que nos ha dejado como herencia a los que nos gusta su pensamiento. Nos visitó a los pampeanos varias veces y siempre era un gran placer escuchar la voz del hombre experimentado, la visión esperanzadora sobre el futuro y sobre todo el crítico lúcido sobre los desvios, que  en algunos momentos de la crisis política argentina, tomó el peronismo.

Las últimas veces que lo pude apreciar de cerca fue en el Instituto Juan Perón que dirigía y al que dedicó su esfuerzo en la década del dos mil, apenas comenzado el siglo XXI. Supo convocar a los talentos más reconocidos para los paneles como lo hizo para integrar su gabinete cuando fue Gobernador de la provincia de Buenos Aires.

No pudo ser presidente de los argentinos, por esos avatares que tiene la historia de los pueblos. Tampoco lo pudo ser don Italo Luder, a quien le tocó pagar el costo en las urnas del baño de sangre y violencia al que fue sometido el pueblo, por los extremistas de las "formaciones especiales". Probablemente Cafiero pagó el costo del enorme aporte a la renaciente democracia, que de la mano de Raúl Alfonsín intentaba afianzarse a la salida de la última dictadura militar. Eran épocas de planteos militares agónicos, de arrebatos sindicales exigentes y de aprietes del poder económico para imponer límites.

Lo acusaron de social demócrata, de economicista. Nada más lejos de eso, porque Cafiero tenía perfectamente claro la diferencia entre la filosofía de la social democracia y la filosofía peronista de la democracia social que Perón había pregonado y escrito en "El Proyecto Nacional".

Cafiero fue el que le dio al Movimiento Nacional Justicialista, la impronta de la lucha por la idea, que había tomado de su maestro el gran conductor y creador de esta filosofía el general Juan Domingo Perón.
En el año 1995, cuando Carlos Saúl Menem conseguía la reelección para su segundo mandato, don Antonio Cafiero nos regaló una obra a todos los argentinos y especialmente a los peronistas que tituló "El Peronismo que viene".

Fueron dos tomos que conviene releer para ver en que acertó y en que todavía el tiempo no le ha dado aún la razón. Dice Cafiero en el capítulo II titulado Los Desafíos éticos y culturales.

"Nuestras pautas y referencias, nuestros ejes articuladores y nuestras concepciones tradicionales, están puestos a prueba no sólo por los medios de comunicación y por los avances de la sociedad informática, sino por las veloces transformaciones de la cultura."

"Parecería que el mundo que nos rodea privilegia la cultura "ligera" (light), las fáciles referencias, el afán de lo rápido y del tiempo corto. Que sobreestima la novedad y descalifica lo permanente. Que prefiere con frecuencia las innovaciones estériles a la experiencia imprescindible."

Y continúa más adelante con su riguroso análisis, tratando de describir aquellos años de mediados de la ahora denostada década de los noventa. "Es que, mal que nos pese, vivimos una época que pertenece más a los comunicadores que a los pensadores sociales. El economicismo de mercado y las soluciones tecnológicas pugnan por sustituir a las luchas por la idea."

Luego aborda algunos de los grandes temas actuales, el de los valores. "El obligado pesimismo que emana de estas realidades torna más válida que nunca la lucha por la vivencia de los valores que inspiran a la Doctrina Justicialista. Sostener culturalmente una filosofía humanista y cristiana de la vida, como fundamento del accionar político, no es una antigualla a la que se debería renunciar en nombre del postmodernismo."

Hoy uno de sus hijos está acreditado como Embajador de la Argentina ante la Santa Sede y el actual Papa Francisco es nuestro ex Obispo Jorge Bergoglio. Es que el y su familia como muchas otras ingresaron al peronismo inicial porque éste había adoptado y puesto en práctica la doctrina social de la Iglesia. Por eso el maestro Cafiero pudo escribir: "Para los peronistas, lejos del confesionalismo religioso, pero al amparo de una antropología definida, aquélla debe ser el punto de partida de las transformaciones que fundamentan nuestra presencia en la sociedad argentina."

Don Antonio, que había leído y había releído todas las obras de Perón y que había actuado en consecuencia, arremete más adelante con dos temas que se pusieron de moda hace veinte años. El relativismo ético y el del fin de la historia. "Perón solía decir, con una agudeza que no excluía el conocimiento sobre el valor de los ejes constitutivos en el ser humano, que "el hombre o la sociedad puede soportar cualquier mudanza, favorable o adversa, si se halla munido de una verdad sólida para toda la vida". Y agregaba a continuación: "Pero hoy justamente vivimos en la "era de la incertidumbre" o, si se quiere, de la relativización de los valores, que nos dice: toda verdad es una conjetura transitoria y su búsqueda una empresa inútil. O incluso peligrosa. Quien crea poseer una verdad es un totalitario en potencia."
Antonio Cafiero junto a Ruben Hugo Marín y Norma Durango, en la sede del Partido Justicialista de La Pampa en su última visita probablemente

"Ante las puertas de la postmodernidad, dominados por la cultura liviana y el pensamiento débil, relativizadas y subjetivadas las verdades y los valores, con la incapacidad de asumir alguna contracultura sustitutiva, era casi lógico que se nos anunciara el fin de la historia" dice el escritor de "El Peronismo que viene".

"Más aún: el estado de homogeneidad universal sería "la democracia liberal en la esfera de la política, combinada con el fácil acceso a los aparatos de video y estéreo". Empero, según Fukuyama, este apocalipsis laico no debería ser motivo de regocijo. "El fin de la historia será una época muy triste. La lucha por el reconocimiento, la buena voluntad para arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica mundial que requerirá osadía, coraje, imaginación e idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, las preocupaciones por el medio ambiente y la satisfacción de las demandas de los consumidores más refinados."

"El impacto intelectual de esta tesis se ha esfumado prontamente. No hay tal fin de la historia, el mismo Fukuyama así lo ha reconocido. La historia seguirá siendo una cabalgata sin final predecible, una sucesión de luchas y confrontaciones, a la vez destructivas y creadoras, en las que necesariamente el peronismo que viene debe participar." Y a continuación Cafiero, que escribe esto en el año 1995 agrega este párrafo que no tiene hasta hoy visos de realidad, ni dentro ni fuera del peronismo. "Rehuyendo de las visiones totalizadoras, propensas al fanatismo, pero también de las fragmentarias."

En el capítulo III que tituló Renovar la lucha por la idea, Cafiero lo inicia con el tópico Idealismo y Pragmatismo. "El Peronismo que viene deberá resignificar la "lucha por la idea" y rechazar la noción de que lo único que cuenta en política son las actitudes "pragmáticas", desvinculadas de cualquier clase de connotaciones éticas o valorativas. La esencia misma de la política, al decir de Paul Válery, "implica siempre alguna idea del hombre y del espíritu, y una representación del mundo".

Es por esas creencias que Cafiero citando a Vaclav Havel escribe "La política no debe ser el arte de lo posible, especialmente si ello significa el arte de especular, calcular, acordar secretamente y maniobrar pragmáticamente, sino que también puede ser el arte de hacernos mejores a nosotros mismos y al mundo."
Obviamente este párrafo hace alusión al pacto que firmaron Menem y Alfonsín en Olivos y que permitió la reforma constitucional de 1994.

"Cabe preguntarse si en los tiempos que vivimos, en el marco de la postmodernidad relativista que ha aprendido a desconfiar sistemáticamente de la razón y de las verdades en casi todos los ámbitos, y en especial en éste, tiene todavía sentido postular la validez de las verdades -preferiría hablar de principios- políticos. La respuesta debe ser afirmativa, en la medida en que tengamos en cuenta lo siguiente: -y citando al filósofo Julián Marías escribe "la política se funda en una "jerarquía de verdades", en un "sistema de convicciones", en un "conjunto de certidumbres" que forman una totalidad coherente".

Y ramarca en el punto 3) "El consenso en torno a estos principios fundamentales no excluye la posibilidad del disenso ni de la democracia. Muy por el contrario, la fundan. En efecto, un relativismo extremo no puede sostenerse ni lógica ni realmente, porque resulta un sistema de autorrefutación: lleva a la contradicción de sostener como verdad absoluta que "todo es relativo". Y agrega al final del párrafo "por otra parte, debemos precavernos del vicio contrario -desgraciadamente propio de la modernidad y de sus sistemas ideológicos monumentales- pretender elevar un sistema de opiniones relativas a dogma religioso: el ideologismo."

Y para cerrar esta nota citando el pensamiento de Antonio Cafiero, el polìtico lúcido y visionario, el pensador creativo, el gobernante eficaz e innovador y el escritor eximio, tomo este jugoso párrafo que no debemos olvidar nunca.

"No deberíamos ser "pragmáticos", si por ello se entiende que constituimos solamente una fuerza electoral numéricamente mayoritaria, con capacidad suficiente para conquistar democráticamente el poder para después rendirnos a la "realidad" que nos describen las minorías derrotada. El "realismo", en último término, es la "celebración de lo que hay", y es sinónimo de pesimismo reaccionario y sometimiento; guarda familiaridad con el origen de la palabra: adhesión al rey y a la monarquía. Tampoco debemos caer en el "ideologismo", si por ello se entiende pretender encerrar toda la enorme riqueza de la realidad en rígidos dogma preconcebidos, aptos para todo tiempo y circunstancia. Ni el anacronismo de sustentar políticas, medios e instrumentos de gobierno perimidos o desactualizados. A los peronistas sólo nos es permitido un "pragmatismo lúcido" como lo denomina Galbraith y como lo practicaba Perón, es decir, aquél que utilizando medios prácticos y eficientes para la acción de gobierno, "no abandona las metas básicas de una buena sociedad."

Hasta siempre maestro Antonio Cafiero, lo vamos a extrañar, gracias por su militancia, por su obra y sobre todo por su conducta ejemplar.

Fuente: Cafiero, Antonio "El Peronismo que viene" Grupo Edidtoro Latinoamericano Nuevo Hacer. Buenos Aires, Primera Edición, Buenos Aires octubre de 1995.
Nota: Las negritas me pertenecen

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