martes, 17 de enero de 2012

OLGA OROZCO EN PROSA


Supe que Olga Orozco era pampeana, cuando nuestro amigo Juan José Sena, que por aquellos tiempos dictaba cátedra por Victorica y siempre se daba una vuelta por nuestra Librería "Zenia", allá por la segunda mitad de la década del setenta, me dijo "Olga es nacida en Toay". En aquellos años se vendían "Cantos a Berenice" y "Mutaciones de la realidad".

Después la conocí personalmente cuando comenzó a reencontrarse con La Pampa en la década de 1990. Norma Durango, entonces Subsecretaria de Cultura la acompañó hasta mi despacho, donde intercambiamos no sólo saludos sino algunas consideraciones relacionadas con la revalorización de su antigua casa familiar en su Toay natal, que ya había comenzado.

Posteriormente me enteré que su padre don Carmelo Gugliotta (italiano), fue hermano de la esposa de don Roberto Pagella de Victorica, y que además de empresario había sido intendente de Toay. Y que ella había decidido utilizar el apellido de su madre para firmar toda su producción literaria, aunque muchas veces utilizó seudónimos.

La escuchamos leer algunos poemas con su propia voz en esa casona en dos oportunidades, antes de su fallecimiento. Después el trabajo de investigación de su obra por parte de la escritora castence Diana Irene Blanco, nos permitió conocer algo más acerca de esta gran poeta pampeana de trascendencia nacional e internacional.

Olga Orozco escribió en el Libro de Oro del Centenario de Toay el año 1994:
"...mi casa, la única sobreviviente familiar que me queda. Cuando me fui de Toay, la encontré en cada casa donde viví...
Dije cuando me fuí de Toay. ¿Me fui del todo alguna vez?
Toay es una puerta que se quedó abierta para siempre en mi memoria y por la que podía
entrar a mi antojo para encontrar la fiesta o el sosiego."

"Temible y aguardada como la muerte misma
se levanta la casa.
No será necesario que llamemos con todas nuestras lágrimas.
Nada. Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.
Porque día tras día
aquellos que vivieron en nosotros un llanto contenido hasta palidecer
han partido,
y su leve ademán ha despertado una edad sepultada,
todo el amor de las antiguas cosas a las que acaso dimos, sin saberlo,
la duración exacta de la vida."(1)




"Había una vez una casa (no) Había en un tiempo una casa (no) Había en varios tiempos varias casas que eran una sola casa. ¿Era realmente una casa o era un espejo fraguado por los tres tiempos, de modo que cada uno era la consecuencia y el motivo del otro? Sí, como en los caleidoscopios o como en un yo circular a manera de cuarto de vestir, donde la que va a ser con máscara de anciana se probara la máscara de la que fue con máscara de niña, y viceversa y sucesivamente. La máscara de la que es, también, y que sólo se ve desde adentro, desde el revés de todas las máscaras confundidas en una, hasta que se devore eso que habitualmente llamamos rostro y se pueda ver quién es quien lo devora, y entonces supongo que comprobaré lo que sospecho: que no se es uno sino todos. (2)

"Adios, casa de las luciérnagas, casa de los rincones abrigados y cómplices, de las misteriosas y enmarañadas selvas. Desde el centro de ti, que eres el centro del mundo, con una escalera hacia lo alto hubiéramos podido llegar al centro del cielo." (3)

FUENTE: Orozco, Olga: Relámpagos de lo invisible, Antología. Fondo de Cultura Económica. Primera Edición Buenos Aires 1998.

Notas: (1) Fragmento de "La casa" pag.28 ob.cit. (2) Fragmento de "Había una vez" pag pag.197 ob.cit.
            (3) Fragmento de "Los adioses" pag.284 ob.cit.



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