miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA MUERTE DE VAIROLETO


Sus distintas versiones
1.- La versión de su compañera Telma Ceballos. (1)
“¿Qué día era cuándo llegó la patrulla de La Pampa a la finca?
-El 14 de setiembre de 1941…serían como las cinco y media o seis de la mañana. Cuando venía alumbrando el sol…rodearon la finca y le ganaron de mano el río Atuel, que es por dónde él podía escapar para La Pampa.
“Salió entonces cuando el jefe de la partida un comisario, Paeta, se identificó. Enseguida los conoció, le tiró un tiro a Paeta que le pegó en el abdomen, pero en forma leve,…y después se pegó otro tiro él.”
¿Usted está diciendo que Vairoleto se suicidó?
“-Eso estoy diciendo. Que se suicidó. Es mentira que lo haya matado la Policía. Se pegó un tiro en la cara, debajo del ojo derecho que le salió por debajo de la oreja izquierda. Y luego disparó para el lado de una cerca, por el lado del río y allí cayó muerto.”
“Todo el mundo insiste en que yo no sé nada, pero si yo estaba mirando desde adentro. El a mí no me había dado órdenes nunca de que yo agarrara armas. Pero me había dicho que cualquier cosa que pasara, me arrinconara con las criaturas. Pero cuando lo vi que estaba tirando con el revólver, agarré otro que había en la pieza y dije: al primero que aparezca en la puerta lo mato.”
“Pero no llegaron, porque ellos no querían entrar en la casa. Lo que querían era matar a Juan. Así que cuando vi que se pegó el tiro y todos salieron detrás, tiré el revólver para atrás que cayó adentro de un cajón. Los sentí que gritaban: Es el gringo, es el gringo.”
“-Y escuché varios disparos más. Después supe que lo habían rematado con varios tiros en el pecho.”
Telma Ceballos con las dos hijas que tuvo con Vairoleto

2.- La versión del historiador (2)
“Pasadas las seis comenzó a aclarar sobre el Atuel. La brisa agitaba a pocos metros del patio las chuzas del cañaveral. Los policías ajustaron el círculo alrededor del rancho y tomaron posiciones hollando la helada que blanqueaba la tierra.
“Los peones dormían en las piezas contiguas a la principal. Se oyó el canto de unos teros lejanos y algún otro ruido que despertó a Marcos Vera. Advirtiendo un movimiento en la casa, las manos de los policías se crisparon sobre las armas. El peón se asomó, y el subcomisario Bustriazo alertó a los demás para evitar un error:
-¡Ese no es!
Lo dijo ensordeciendo la voz, pero Marcos Escuchó algo.
-¡Viene gente!- alcanzó a exclamar, antes de que alguien lo derribara de un culatazo en la cabeza y lo arrastrara al interior del cuarto de la despensa.
“Juan había saltado de su lecho esgrimiendo la pistola que guardaba bajo la almohada. Después de la primera sensación de irrealidad, se dio cuenta de la situación y actuó de manera resuelta, pensando en primer lugar en apartar a sus perseguidores del lugar donde estaban sus seres queridos.
“Ya se había despedido otras veces de Telma y le había dicho lo que tenía que decirle. Ella, desde la cama, lo vio dirigirse a la puerta, vistiendo sólo calzoncillos largos y camiseta de frisa, calzándose en la cintura su faja de guardas rojas, verdes y blancas.
“Apenas traspuso la abertura sonaron varias descargas. Bustriazo y otros policías dispararon desde distintos ángulos. Eran dieciséis contra uno. El subcomisario Paeta, que se adelantaba en ese instante, fue rozado en el vientre por un tiro que le desgarró el chaleco, vio correr su propia sangre y perdió toda iniciativa.
“Coscia, revólver en mano, se acercó a la cocina. De allí escapó corriendo otro morador, José, a quien le tiraron por la espalda. Una bala lo alcanzó superficialmente y un policía mendocino lo contuvo.
“Juan se respaldó en la pared del rancho. Estaba en una posición indefendible. Todo perdido, menos su compañera y las niñas que eran la simiente de su vida. En ese brevísimo instante en que su mente funcionaba con extraordinaria lucidez y sus pensamientos eran más rápidos que el rayo, supo quizás por fin quién era, tuvo la certeza de que había una sola manera de que ellos no lo alcanzaran y decidió cruzar de una vez la última frontera. Se apoyó el caño en el pómulo, apretó el gatillo y todo se apagó para él.”

El cadaver de Juan Bautista Vairoleto en el Hospital muestra el orificio de entrada de la bala

3.- La versión de un ex policía (3)
“A las cuatro del día 14, las dos comisiones se pusieron en movimiento, pasaron el “Puente Colorado” del río  Atuel y tomaron un camino a la derecha costeando el río, poco transitado y muy cubierto de monte bajo.
“Anduvieron unos mil metros y dejaron los vehículos, el Jefe Vallé dispuso que cinco efectivos los cuidaran y nombró para que lo acompañaran en el operativo al subcomisario Máximo Lescano, auxiliar y Roberto Carlos Bau, agentes de segunda Juan B. Muñóz y Roberto Pueblas y agentes de tercera Humberto Aguilar y Nicolás Mercado.
“Estos fueron acompañados por tres policías de La Pampa y un civil que actuaba como guía y entregador, Vicente Gascón alias “El Ñato”. Caminaron por un terreno montoso unos mil metros más y, sobre un suelo bastante limpio observaron en la penumbra un rancho hecho de plantas y paja. Sigilosamente el rancho fue rodeado por los diez efectivos actuantes.
“Amanecía cuando se percibió movimiento en el interior del rancho y una persona salió al patio, se corrió la voz de que no era ése el buscado. De inmediato un policía pampeano se levantó de su apostadero y con pasos ligeros y en arma en la mano, se dirigió al hombre que había salido del rancho y le hizo señas para que guardara silencio. Aquel desobedeció y dio la voz de alarma “aquí viene gente”.
“Rápidamente, instantes después, de otra habitación del rancho salió un hombre en calzoncillos largos y faja negra a la cintura, con armas de fuego en ambas manos y haciendo disparos. Los primeros disparos hicieron blanco en el policía que se encontraba a pocos metros del rancho. Fue entonces, cuando el resto del personal actuó en respuesta a la agresión.
“Como consecuencia, el agresor al recibir los disparos se desplomó quedando inmóvil en el suelo. El cuerpo fue rodeado por la policía y se constató que el atacante esta muerto y se comprobó que se trataba de la persona que se iba a detener pues tenía tatuadas las letras J.B. en los brazos.”
FUENTES: (1) Diario La Reforma, General Pico, martes 18 de agosto de 1998. Entrevista a Telma Ceballos la viuda de Juan Vairoleto.

(2) Chumbita, Hugo: “Última Frontera. Vairoleto: vida y leyenda de un bandolero”, Editorial Planeta, edición 1999.

(3) Ohaco, Adolfo: “Vairoleto: la otra cara” edición del autor Santa Rosa, (La Pampa) marzo del 2008

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