lunes, 22 de agosto de 2011

EL RENUNCIAMIENTO

Antes y después
“¿El recuerdo más hermoso que guardo en mi memoria? El 22 de agosto de 1951: el día en que el pueblo me llamó a los gritos, preguntó por mí una y otra vez, yo sentía esa marejada de voces rompiendo mis grilletes, rescatándome de las penumbras donde me habían ocultado Perón y sus cancerberos.
“Eran decenas de miles de hombres y mujeres castigados por el abandono, despojados de sus sueños, y de pronto suplicaban por mí.

“Cada vez que lo recuerdo mi piel se eriza por la emoción. Ese ruego descomunal atravesó las penumbras de la noche y ser convirtió en una plegaria que me contagió el corazón de ilusiones.
“Allí estaba yo, en el centro del palco, hipnotizada por los millares de ascuas que ardían en la noche, embelesada por el milagro de mi comunión con los descamisados de mi pueblo. Era el Paraíso. Pero de pronto sentí la mirada negra de Perón golpeándome sin misericordia, atravesándome la piel igual que una daga envenenada, arrojándome al abismo de mis pesadillas y arrebatándome los sueños con un manotazo implacable.

“Yo jamás había visto esos ojos terribles de Perón. Eran los ojos de un hombre arrinconado por el pánico a perderlo todo.
“Todavía tropiezo con el brillo demencial de esos ojos. De pronto se agita el tumor mudo que me carcome las entrañas, el cáncer me clava sus dientes afilados y entonces descubro los dos tizones negros y alertas frente a mi rostro desfigurado por el dolor.”(1)


El gesto adusto de Perón, denota el clima de tensión en el palco del "Cabildo Abierto" del 22 de agosto de 1951

“Si quiere que yo sea la vice, se lo tiene que decir al pueblo. Caché el teléfono y lo llamé a la Casa Rosada. Aprovecha el acto del Cabildo Abierto, le dije. Comenzá tu discurso anunciándoles a todos, que sos vos el que me quiere como candidata. Señores, yo la elegí, decíles. Con eso se acaban las murmuraciones.
Se cae de maduro que te elegí, me contestó, pero que yo lo diga es otra cosa. No es ninguna otra cosa, porfié. Vos y yo llevamos meses peleando por esto. Si aflojamos ahora, me van a comer viva. A vos no, a mí.



“Hay que tener cuidado con el partido, me dijo. El partido sos vos, le contesté. Dejáme que lo piense, Chinita, dijo.
“Ahora estoy ocupado. Es la primera vez que no sabe qué hacer. Esta mañana tuvimos una agarrada. Yo insistí con el tema. Él se dio cuenta de que yo iba a explotar y trató de calmarme.
“Queda muy mal que te proponga yo, dijo. No hay que mezclar nunca el gobierno con la familia. Hay que ser delicado con las formas. Por muy Evita que seas, sos mi mujer; te tiene que proclamar el partido.
“A mí las formas me interesan un carajo, lo interrumpí. O me proclamás vos o no aparezco en el Cabildo Abierto; vas a tener que dar la cara solo.
“No entendés, me dijo. Claro que entiendo, le contesté. Y pegué un portazo.
“Al rato, los de la CGT ya sabían todo. Me suplicaron que viniera. Señora, no les puede hacer eso a los descamisados, me dijeron. Se han largado quien sabe desde donde por usted. Lo hacen por el general. No, me insistieron. La candidatura del general está cantada. Vienen por usted. No puedo asistir a ese acto, contesté.




“Si la gente pide por usted, no vamos a tener otro remedio que salir a buscarla, me dijeron. Ustedes sabrán, les dije. Yo voy a mirar el acto desde el ministerio de Obras Públicas. No bien lo dije, me arrepentí. Pero después pensé: Ese Cabildo Abierto es mío. Me lo gané. Me lo merezco. No me lo voy a perder. Que vengan a buscarme”. (2)

Perón sostiene a una Evita ya débil por la anemia, para que pueda saludar a sus "descamisados" y los "grasitas" durante el último día de la Lealtad del que participó


“En el pueblo reside la fuerza de Perón, no en el ejército. Solamente el pueblo lo quiere a Perón con fanatismo y sinceridad. Y cuando en los últimos tiempos algunos oficiales de las fuerzas armadas quisieron terminar con Perón, tuvieron que enfrentarse con el pueblo que rodeó a su Líder, oponiendo a los traidores el pecho descubierto, la fuerza infinita del corazón.




“Aún en el ejército, los hombres leales, aún los que cayeron en defensa de Perón, fueron hombres del pueblo, humildes pero nobles y fieles ante la defección traidora de la oligarquía.
“Aquel día, el 28 de setiembre, yo me alegré profundamente de haber renunciado a la vicepresidencia de la República el 22 y el 31 de agosto. Si no, yo hubiese sido otra vez el gran pretexto. En cambio, la revolución vino a probar que la reacción militar era contra Perón, contra el infame delito cometido por Perón de entregarse a la voluntad del pueblo, luchando y trabajando por la felicidad de los humildes y en contra de la prepotencia y de la confabulación de todos los privilegios con todas las fuerzas de la anti patria.




“! Este es el gran delito de Perón! El gran delito que yo bendigo desde el fondo de mi corazón descamisado. En mí, no tiene importancia ni tiene valor todo lo que yo siento de amor y de cariño por mi pueblo, porque yo vine del pueblo, yo sufrí con el pueblo”. (3)



Evita en la residencia presidencial festejando su último cumpleaños el 7 de mayo de 1952 junto a varios sindicalistas. Alcanzó los treinta y tres años.

“Yo siempre haré lo que diga el pueblo. Pero yo les digo que así como hace cinco años he dicho que prefería ser Evita antes que la mujer del presidente, si esa Evita era dicho para aliviar algún dolor de mi patria, ahora digo que sigo prefiriendo ser Evita. Yo, mi general, con la plenipotencia espiritual que me dan los descamisados, os proclamo, antes que el pueblo vote el 11 de Noviembre, presidente de todos los argentinos. La Patria está salvada porque la gobierna el general Perón

“ …Mis queridos descamisados: Yo les pido a los compañeros de la CGT, a las mujeres, a los niños, a los trabajadores aquí congregados, que no me hagan hacer lo que nunca quise hacer. Yo les pido a la Confederación General del Trabajo y a ustedes por el cariño que nos une, por el amor que nos profesamos mutuamente, que para una decisión tan trascendental en le vida de esta humilde mujer; me den por lo menos cuatro días más para pensarlo…
“…Compañeros; yo no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores…” (4)

Evita pudo participar del acto de asunción a la segunda presidencia de Juan Domingo Perón. Para eso le aplicaron calmantes y le hicieron un corsé y un apoyo oculto en el abrigo que le permitió estar parada durante el desfile.




“Es la noche del viernes 31 de agosto de 1951: A través de la cadena nacional de radiodifusión, Evita le anuncia al pueblo argentino su decisión de renunciar a la candidatura a Vicepresidenta de la Nación. La famosa voz tirita y suena rasgada por la tristeza, porque en el fondo de su corazón ella anhelaba ese cargo más que a otra cosa en el mundo.




“¿Entonces, por qué renunció? Si bien se habló mucho del tema, la verdad es que el dramático renunciamiento de Evita siempre estuvo envuelto por conjeturas y explicaciones brumosas.
“Es la mañana del domingo 2 de septiembre de 1951: Evita llena dos valijas con ropa y objetos personales, le ordena discretamente a su chofer que prepare el Packard negro para viajar, y antes del mediodía ya está camino a Mar del Plata. Pero no va sola en el amplio asiento trasero: la acompaña una de sus mejores amigas, la hermana Teresa, de la Orden Franciscana Misionera de María, con quien mantenía un vínculo intenso y confidencial. La monja colabora en la Fundación Eva Perón y, al igual que Evita, nació el 7 de mayo de 1919.




“Pero, ¿Qué está sucediendo? La noche anterior, Evita discutió violentamente con su marido y sus gritos retumbaron como badajos de vidrio entre las paredes de la aristocrática residencia presidencial.
“Los brutales insultos que se lanzaron Perón y su mujer quebraron la calma nocturna y se clavaron como aguijones en la piel del matrimonio más famoso de la Argentina. ¿El motivo de la pelea?: el General había rechazado la candidatura de su esposa y ella, herida y humillada, sintió que él la traicionaba. Jamás lo perdonaría por eso.” (1)

(1) Balmaceda, Carlos: “El Evangelio de Evita”, Editorial Sudamericana. Primera Edición, Buenos Aires 2003.
(2) Martínez, Tomás Eloy: “Santa Evita” Novela. Editorial Planeta, Biblioteca del Sur, Cuarta Edición, Buenos Aires agosto de 1995.
(3) Schprejer, Alberto: “Eva Perón. Mi Mensaje. El Testamento silenciado de Evita”. Futuro. Editado en Buenos Aires año 1994.
(4) Perón, Eva: “La razón de mi vida y otros escritos” Evita por ella misma. Editorial Planeta Argentina SAIC. Herederos de María Eva Duarte de Perón, editado en Buenos Aires año 1996


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails