jueves, 3 de febrero de 2011

"EL GATO" LAMONICA


Ricardo Adolfo Lamónica, alias "el gato", era uno de los hijos de los esposos Lamónica-Besone, inmigrantes italianos que habían llegado a Victorica a principios del mil novecientos, desde uno de los pueblos pampeanos, en la línea del ferrocarril oeste, previo paso por el sur de Santa Fe.

Fue colaborador de varias entidades del pueblo, tenía un espíritu jovial, abierto, dicharachero y buen olfato para los negocios. Llegó incluso a hacerse de alguna punta de vacas, Se hizo construir su casa de familia, en el predio donde antiguamente había vivido la familia de Francisco Rebollo. Allí vive actualmente su hija menor.


Sentados en primer plano de camisa blanca Ricardo Adolfo Lamónica, a su lado Domingo Riela, después de uno de los frecuentes asados que organizaba en el patio de la Confitería para la barra de amigos. Entre otros se pueden apreciar de izquierda a derecha Amadeo Palmieri, Raúl Kenny, Daniel Martín, Hugo Viniegra, Ruben Palmieri, Pérez Leyton, "Chivo" Becerra, Ricardo Guzmán y "Bicho" Gilardenghy. Más atrás Américo Viglino, Carlos Gesualdi, Edmundo Palmieri, Camilo Houriet y Oscar Nicolás.

Adolfo o "el gato" como popularmente se le decía, formó familia con Elsa, una de las hijas del italiano Emilio Gilardenghy y su gran colaboradora en todos los emprendimientos comerciales que encaró. De ese matrimonio nacieron dos niñas, a la mayor le pusieron de sobrenombre "Micha", se recibió de maestra y ejerció en la Escuela Nº7.

De mis primeros recuerdos de este entrañable personaje de la Victorica, de las décadas del cincuenta y del sesenta, Adolfo (se lo llamaba generalmente por su segundo nombre), era muy amigo de hacer chanzas y bromas de todo calibre. Tenía un negocio en la esquina, detrás de la Escuela Nº 7, cruzando la calle estaba el comercio de los hermanos Fuentes y en la otra esquina el de don Ramón Luis Eiras.

Se dedicaba al arreglo y limpieza de prendas masculinas que eran parte de la moda de aquellos años. Los sombreros, los pañuelos de cuello, las chalinas, los chalecos y hasta los ponchos.

Después dejó ese oficio que se vino a menos, por el cambio de la moda y se convirtió en el concesionario de la Confitería "Victorica", cuyo local era propiedad de don Emilio, su suegro, que estaba situado al lado del Cine "Armonía" y del otro lado el negocio de despensa de los hermanos españoles Romero, sobre la calle Coronel Ernesto Rodríguez (hoy Nº 17)


En otra de las habituales cenas, generalmente con asado, preparadas por "El Gato", quien se encuentra sentado en primer plano. Entre los jóvenes de la década de fines del cincuenta se observan de izquierda a derecha: Ubaldo Ricarde, Alvarez, Carlitos Garmendia, "Bicho" Ricarde, Carruthers, "Pepe" Sosa, Alfredo García. Más atrás, "Quina" Sosa, "Pepe" Romeo, "Pepe" Rivera, "Quique" Rebollo y Benito Montiel.

Como todo personaje popular al "Gato" le gustaba el fútbol, el box, las carreras de caballo, el automovilismo en la versión del turismo de carretera. En ésa época no había televisión, pero él tenía una radio siempre encendida detrás del mostrador, para no perderse los partidos del Campeonato Nacional, o las grandes peleas en el Luna Park de Buenos Aires.

Como la luz eléctrica se cortaba a la una de la mañana había que tener los faroles a kerosene preparados para encenderlos a tiempo. En la época invernal además se debía tener preparadas también y en buen estado las estufas a kerosene, aunque el local contaba con una estufa a leña, pero no alcanzaba a templar todo el amplio ambiente.

Para atender al aire libre hizo preparar unas mesas estructura de hierro y tapa de granito, que se podían dejar a la intemperie y limpiarlas fácilmente. Cuando había mucha demanda, entonces recurría a las de madera que permanecían dentro del local. Todavía no se conocían las sillas de plástico, que llegaron mucho después.

En la foto se puede apreciar algunos objetos que aún están en propiedad de su hija menor. Un cuadro con una caricatura que le hizo un dibujante que pasó unas semanas en Victorica que firmaba "Rádico", algunas tazas para te y café, un copetinero de metal y un taco de billar.

En la Confitería "Victorica", administrada por "el gato" diariamente estaba abierta desde la mañana a la hora del desayuno, hasta bien entrada la noche. Se tomaba infusiones, bebidas espirituosas, gaseosas y los tradicionales "vermouth" con más de una docena de platillos con distintos productos para acompañar, el "Cinzano" o el "Gancia".

El local contaba con un billar, que en la década del sesenta ya quedaban pocos en Victorica. Uno en el ex Hotel Francés de su época de oro de la mano de los Cazaux, otro en la cantina del Club Cochicó y una billa (que es una mesa de billar con troneras en las cuatro esquinas y en el medio) en el salón del Club Social, metros más hacia el oeste de la Confitería.

Pero en su afán de atraer a la juventud y las distintas categorías de público, Lamónica, había incorporado dos metegol y después trajo un billar-gol. Los instaló en una de las piezas, los que eran sacados al pasillo cuando esta se transformaba en el "reservado" para los apostadores.

Para los amantes de las barajas españolas, el cubilete y los dados, como para el póker, estaban las mesas redondas cubiertas de paño y cuando la tenida era fuerte, la sala "reservada" hasta altas horas de la madrugada los fines de semana. En ciertas ocasiones también se supo ver jugar en aquellas mesas al dominó, a las damas y al ajedrez, juegos de mesa de invierno que practicaban algunos españoles.

Como se puede apreciar en este talonario de facturas, el local se denominaba Bar y Confitería "Victorica" y sobre el costado derecho aparece mencionado la Confitería y Heladería "La Perla" que era atendido por "Ñata" Gilardenghy, su cuñada y cuyo local se habilitó entre el negocio de los Romero y el Club Social.

Aquella década de mediados del cincuenta hasta mediados del sesenta aproximadamente vio convertirse a esta vereda de la cuadra donde estaba el Cine, la Confitería del "Gato", la Heladería "La Perla" y el Club Social con su pista de baile al aire libre, en una de las más concurridas para las actividades culturales y sociales.

Para tener clientela asegurada para la fiesta de Carnaval, solía hacer buenas donaciones para que la Municipalidad eligiese las cuadras que iban desde el Hotel Figueroa y hasta la esquina del Hotel Di Dio.

2 comentarios:

  1. Recien descubro esta genialidad! Un abrazo grande! Espero volver a leer otras notas suyas.
    Cesar.alomo@gmail.com

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  2. muchas gracias Cesar mi cordial saludo

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