jueves, 22 de abril de 2010

EVOCACION DE SANTA ROSA

Creo que la primera vez que vine a Santa Rosa no tendría más de cinco o seis años. En compañía de mis padres, nos hospedamos en el desaparecido Hotel París, del que solo queda actualmente el baldio en la esquina de las calles Sarmiento y Pellegrini.



De aquella visita, siempre vuelve a mi memoria el recuerdo de un monopatín, que la hija del dueño tenía en el patio y al que me subí para intentar deslizarme por el corredor que circunbalaba el interior, no sin rasparme las manos contra las paredes y alguna caída.
Fuimos a visitar a Alfredo Saad y su esposa, que por ese entonces vivían en una de las casas del Ferrocarril, frente a la fábrica de mosaicos que había sobre la calle Alsina.

Después de muchos años, recien volví a Santa Rosa fugazmente, con mis compañeros de la secundaria el año 1963, para solicitar una audiencia con autoridades del gobierno provincial con la finalidad de obtener apoyo financiero para costear un viaje de finalización de estudios, de la primera promoción de la Escuela Provincial de Comercio Félix Romero.

La antigua estación destinada para oficinas municipales. En aquellos años por donde está la construcción nueva agregada, estaba el espacio para que se pudiese atravesar desde la Villa hacia el "centro".

Lamentablemente nuestra gestión no tuvo frutos y nos quedamos sin compartir esa experiencia entre los seis compañeros y compañeras, que hubiesemos aceptado gustosos, aunque más no fuese, conocer la Capital de nuestra Provincia, que para los niños y jóvenes de familias pobres del interior, nos era prácticamente desconocida.



Volví al año siguiente a principios de 1964, para radicarme definitivamente con la finalidad de iniciar mis estudios universitarios. Mis padres y el resto de la familia tomaron la decisión de acompañarme y también se viniveron de Victorica a instalarse para siempre en Santa Rosa.

La calle Nº 19 (actual Santiago del Estero), al fondo se aprecia uno de los varios galpones del Ferrocarril donde se acopiaban los granos a la espera de los trenes cerealeros, que los llevaría al puerto.

Mi padre alquiló una casa en la entonces calle 19, hoy Santiago del Estero de la
Villa Tomás Mason, a dos cuadras de la estación del Ferrocarril Sarmiento. A tres cuadras de allí se encontraba el Club Argentino, con pista de baile al aire libre, cuya música en las noches de bailes, se escuchaba con total nitidez. A dos cuadras sobre la calle 19 estaban instaladas las vocinas de la "Propaladora Ranquel" de López y Alcántara, por la que nos enterabamos de las noticias.

Lo primero que recuerdo, además de lo ya citado, es el ulular de la bocina de la sirena que anunciaba la entrada o salida del personal del ex Molino Werner, en plena actividad por entonces. Ese era nuestro reloj familiar, además de los vecinos Espinosa que vivían en la casa contigua y trabajaban allí.


Mientras nuestro padre trabajaba de changas de albañil y a veces en algunas tareas rurales en los campos cercanos a Santa Rosa, mis hermanos fueron encontrando ocupación como vendedores de diario o llevar los bultos y las valijas a los pasajeros que llegaban a la Estación. Terminaron su escuela primaria en las escuelas nocturnas cercanas e inmediatamente ingresaron al mercado laboral. Los dos varones más grandes comenzaron de aprendices en comercios del centro y las dos mujeres trabajaron en casas de familia.

A veces la cola de los camiones para descargar en el Molino llegaba hasta la calle Santiago del Estero y en ciertas ocasiones los galpones del Ferrocarril donde se guardaban granos, también tenía una febril actividad. Muchos camiones, gran cantidad de obreros, peones y changarines, entre los empleados del ferrocarril y los de las firmas acopiadoras trabajaban en la temporada alta para el tiempo de las cosechas.

Por la ubicación de nuestra casa paterna en Victorica, que estaba situada cerca de "Los Pisaderos", no teníamos ocasión en nuestra niñez de vivir a menudo la experiencia de la llegada o partida del tren, dado que la Estación estaba en la otra punta del pueblo.

Mis hermanos y hermanas lo descubrieron aquí, mientras iban conociendo el resto de la ciudad, que por entonces "era un pueblo grande" como se solía decir, dado que Santa Rosa había acusado, según el Censo Nacional de Población de 1960 escasamente 25.273 habitantes.

El anden de la estación aún se conserva, las antiguas vías han sido sepultadas por la tierra, la basura y los pastos. Al fondo se observa uno de los nuevos paso a nivel y la torre del ex Molino Werner.

Ese año 1964 me dediqué a estudiar, exclusivamente, asistiendo no sólo a los prácticos y a cursar las materias obligatorias de la Facultad de Ciencias Economicas, que tenía la sede sobre la calle Mitre, con entrada frente al edificio del Banco de la Nación Argentina, que aún no había sido demolido y tenía la fachada clásica.

En las cátedras de aquel año conocimos a los profesores, Juan Manuel Hornia de Economía, al Ingeniero Rafael de Análisis Matemático, al Dr. Julio César Noya que dictaba Historia de las Ideas y los Hechos Económicos, Al Profesor Julio Colombato que dictaba Geografía, la asignatura Contabilidad I a cargo del Contador Perrier.

Como hacía tres años se había inaugurado la nueva sede del Poder Ejecutivo, este edificio fue destinado al Poder Judicial de La Pampa. Por aquí pasabamos cuando nos desplazábamos por la calle Pellegrini, desde la Estación hasta la plaza, rumbo a la Facultad.

Como la Universidad aún era Provincial, a los exámenes asistían los titulares de las cátedras que provenían de la Universidad Nacional de La Plata con la cual existía un convenio. En cierta ocasión llegó para presidir una mesa examinadora el profesor Madueño, quien nos hizo a todos los que nos encontrábamos en el aula el siguiente comentario:

"cuando salí del Hotel Comercio esta mañana, antes de venir para aqui di unas vueltas por los alrededores y mirando los tachos en los cuales las familias sacan los desperdicios, pude observar que con lo que se tira, se podría alimentar otra ciudad más".


Los terrenos del antiguo Ferrocarril que dejara de funcionar a principios de la década del noventa han sido parquizados. Por este sendero cruzabamos todos los días para ir o venir del centro.


El "Mercado Municipal" de abasto sobre la calle Quintana entre calles General Pico y Pellegrini, todavía funcionaba en la década del sesenta.


La Plazoleta Mitre conserva aún las farolas con las que estaba iluminada, al igual que la Plaza San Martín y la plazoleta de la Estación.

Los fines de semana teníamos oportunidad de asistir al Cine "Marconi", sobre la calle Quintana o a los lugares cercanos del centro donde se bailaba. En el Club Penales en la calle Gil, en la Confitería "El Aguila" o cruzando la calle enfrente la Confitería "La Capital". Unas cuadras más allá, casi al final de la 9 de Julio estaba el Club Fortín Roca de una gran actividad por aquellos años.

Con algunos ahorros me compré una motoneta Iso usada, con la cual me desplazaba, en aquella Santa Rosa, de escaso tránsito y pocas motos, que sólo tenía en ese entonces los paso a nivel de la calle Gonzalez y el de la Rivadavia para pasar desde el centro, al barrio Tomás Mason detrás de la vía.
Viví en Santa Rosa hasta fines del año 1969 en que me diplomé y regresé a instalarme en Victorica. En el interín y durante los años 1965 y 1966, estuve practicamente ausente, dado que cumplí con el servicio militar obligatorio en la Marina de la Argentina.
Cuando me reincorporé de nuevo plenamente a la ciudad, en la Argentina, en La Pampa y en la capital, Santa Rosa se habían instalado los gobiernos de facto de aquella "Revolución Argentina" que derrocó a Arturo Humberto Illía, que había gozado de mi primer voto como joven ciudadano. Pero esa es otra historia. Vayan estos recuerdos para evocar una Santa Rosa de la década del sesenta de la que participamos, cuando cumplió sus 75 años en 1967.

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