sábado, 23 de agosto de 2008

"SI HAY MISERIA QUE NO SE NOTE"


Después de los sucesos, que tuvieron en vilo a la sociedad durante más de cuatro meses, de una gestión que recién ha transcurrido un poco más del primer semestre, el gobierno, que se enredó en su propia paranoia, no está dando señales claras a la comunidad nacional e internacional.

En primer lugar porque, me parece que con respecto a los problemas pendientes del sector agropecuario, está alargando los tiempos en lo que a soluciones concretas se refiere, más talvez con la intención del “escarmiento” que con la de buscar consenso.

Después de la derrota en el Congreso y de la caída de confianza en el gobierno, este está necesitado de mostrar resultados positivos que vayan en línea con la magnitud de los problemas pendientes.

Esto no se arregla con discursos, sobre todo cuando los hechos difieren de las palabras,o cuando aquellos contradicen directamente a éstas.
Si hay algo que la gente ha aprendido en estos veinticinco años, en que se han sucedido distintos gobiernos, es justamente a creer menos en las palabras y tratar de guiarse más por los hechos.

Y esto es válido tanto para el oficialismo como para la oposición. Ya son cada vez menos los sectores que corren detrás de la liebre de plástico. Es bueno el anuncio de que la desocupación bajó al 8 %, pero como ese número está distorsionado porque se considera como no desocupados a quienes cobran un “Plan” y como además el Indec está tan sospechado, la influencia de las palabras no alcanza para revertir los hechos. Cada vez hay más gente que ha dejado de buscar trabajo, porque está más escaso, porque tiene constancia encarne propia del “mercado negro laboral”.

El Papa Benedicto ha dicho por estos días con respecto a la situación de la pobreza en la Argentina, que “hay que tener más iniciativas” para poder superarla.
En lo que pareciera una respuesta subliminal de la presidenta, ésta acaba de expresar en su reciente visita a Santiago del Estero que “hay que poner en marcha la Argentina pobre”.
Palabras más, palabras menos. Pero los hechos dicen que el gobierno acaba de recortar fondos que estaban presupuestados para necesidades sociales para subsidiar al grupo Marsans y pagar los sueldos de Aerolíneas Argentinas.

Es decir se recortan fondos destinados a viviendas, escuelas, hospitales, etc., y se los destina a sostener una empresa privada vaciada, quebrada en los hechos y que no tiene rentabilidad futura (salvo la que seguramente se dibujará para la reestatización).
O sea se prefiere sostener la fuente de trabajo de los afiliados a 7 gremios que ganan sueldos elevados, para posibilitar que funcionen dos empresas aéreas que cubren las necesidades de las clases altas y media alta y no se invierte en los ferrocarriles donde alumnos de escuelas secundarias y obreros viajan en los techos de los vagones, arriesgando diariamente sus vidas.

No creo que para diciembre se termine este gobierno como vaticinó la apocalíptica Carrió, quien también expresó una vez más un juicio contradictorio al decir que, “el final de fiesta no pueden pagarlo los argentinos”.

¿Quien sino pagó el final de fiesta de Alfonsín, el de Menem y el de de la Rúa y el de Duahde? ¿O sea quien pago la hiperinflación, quien pagó el hiperendeudamiento, quien la mala praxis y quien la devaluación descontrolada y la consecuente pesificación asimétrica?



Conclusión, la política meramente gestual y de discursos del gobierno ni la política de palabras vacías de propuestas viables de la oposición, o sea la mera retórica política, alcanzarán para solucionar las dificultades, complicaciones y complejos problemas pendientes que tenemos los argentinos.

Si las políticas publicas no son rigurosas para atenuar los problemas, si no son adecuadas para abordar los conflictos, hay que cambiarlas. No basta con cambiar algunos nombres del elenco gubernamental y quedarse esperando que el tiempo reorganice por si sólo los desacoples con la realidad. Si no hay resultados concretos en el corto plazo, las dificultades del largo plazo irán en aumento.

Pero si las alternativas que plantea la oposición, que ni siquiera pueden coincidir en una propuesta viable de solución, que la comunidad nacional, provincial o municipal visualice como positiva y superadora, se restringen exclusivamente a la crítica descalificadora y a la denuncia sin pruebas, entonces si que estamos en dificultades.

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