martes, 19 de agosto de 2008

RECUERDOS ESCOLARES

SAN MARTIN PUESTO EN DUDAS


Hace un tiempo encontré en mi biblioteca un libro que me regalara un compañero de la escuela primaria, sobre filosofía. Recuerdo que me lo entregó un día que nos encontramos en una siesta, en un banco de la plaza, frente a la pirámide donde se guardan los restos de los “Héroes de Cochicó”.

Íbamos a 5º grado, cuando la primaria terminaba en 6º, porque tenía el primer grado desdoblado en dos años, un inferior y otro llamado superior.

La maestra de 5º grado era la señorita Alicia Rebollo, actualmente en Buenos Aires, allí la volví a encontrar el año 1999 cuando presentara en la Casa de La Pampa mi libro “Historias de Vida”.

Era jovencita hacia muy poco que estaba dando clases, tenía un modo muy suave de corregir, era toda una seda y se notaba que venía preparada para las clases. Era muy bonita, cabello rubio, ojos verdes, cutis rozagante y se vestía con colores que resaltaban aún más esos atributos naturales. Un compañero nuestro se enamoró perdidamente de ella, en los recreos se quedaba en la galería frente a los baños, mirando por la ventana, todos los movimientos de “Icha”.


Cierto día expuso sobre la personalidad del General San Martín, refiriéndose no sólo a su acción en el país sino también a su campaña como libertador de tres naciones.
La clase estaba desarrollándose normalmente y la mayoría cautivados por el relato de la maestra, que tenía un tono de voz muy adecuado, para no cansar y a la vez motivaba a continuar escuchando.

Pero sucedió algo inesperado. Uno de los alumnos levantó la mano y pidió intervenir, a lo cual la maestra accedió amablemente. En la voz de Rosario Durbal Vallejos, un compañero de 15 años, tenía dos años más que la mayoría de nosotros, escuchamos un análisis, que para mi, provenía de otro lugar y no solamente de lecturas propias de “Molonga”, como le decíamos de sobrenombre.

Lo que Vallejos dijo era que, “en realidad había que analizar si verdaderamente San Martín fue tan patriota como se dice y si merece todo el bronce con que se lo honra.”

Sus dudas sobre esto estaban asentadas en que, “o San Martín traicionó a España, porque había sido soldado del Rey y había defendido al soberano español en contra de las pretensiones de Napoleón. O San Martín era un mercenario que había vendido su espada a los ingleses.

En esta línea de pensamiento Vallejos agregó que “no era casual que haya sido la nave inglesa George Canning que lo trajo de regreso al país y que antes de llegar al Río de la Plata, cuando salió de España, San Martín había pasado por Inglaterra”, donde supuestamente habría recibido órdenes.

En Victorica había una calle que lleva el nombre de San Martín, bautizada así desde la época en que Alfonso Capdeville era intendente. Pero en 1952 cuando se cumplió el centenario de la muerte del prócer, la directora de la escuela nacional Nº 7 doña María Mercedes Bustos Bazán de Ares, había logrado que, colecta mediante, se emplazara al frente del edificio escolar, un monolito con el busto del “Padre de la Patria”.

Ese día, en que Vallejos se atrevió a decir, lo que ningún alumno hubiese dicho, no sólo por temor reverencial a la maestra, sino por temor también a contradecir los libros que usábamos, tanto los de lectura como los “Manuales” y también las enciclopedias.

La maestra cuando escuchó aquello, optó por no contradecir ni abrir un debate con el alumno, que la sorprendió igual que a nosotros, pero trató como pudo de relativizar esa línea de análisis y de acudir a lo que había preparado, en la que sobresalía la majestuosa obra de un militar que lucha incansablemente, tanto contra los españoles, como contra los grupos de intereses que desde dentro, no querían perder los privilegios que tenían en el comercio monopolista con España.

El padre de Durbal Vallejos era el colchonero del pueblo, y se sabía que pertenecía a la corriente socialista que había en Victorica. Por el libro que me regaló “Molonga”, algunas conversaciones que tuvimos sobre ciertos temas no sólo históricos, sino también políticos y sobre todo por los autores que citaba, que para mi eran en ese tiempo desconocidos, me di cuenta que él tenía ya una postura ideológica a partir de haber leído no solo diarios y revistas como el “Billiken”, con la versión escolar de San Martín, sino libros, seguramente de la biblioteca de su padre, o de la Biblioteca del pueblo.

Hace pocos días he sabido que luego de egresar de la escuela primaria, se fue a trabajar a 25 de Mayo. Eran los años iniciales de las primeras obras a fines de la década del 50. Allí habría estado algún tiempo y después habría enfilado hacia una de las provincias del Sur patagónico.

Se que algunos compañeros preferían no escucharlo, porque el ponía en dudas, gran parte de lo que aprendíamos en la escuela y a la edad de trece años, no es fácil comprender que la historia pueda tener más de una versión. Hay que estar dispuestos a “escuchar todas las campanas”.

Hay que tratar de descubrir donde está la verdad, sin dogmatismos, para eso hay que tratar de comprender, que la historia tiene una trama del derecho y otra del revés. Pero siendo aún niños la mayoría no podíamos aún aceptar que la historia pudiese estar teñida por la política.

Lo que Durbal hizo ese día, y creo que él lo sabía y por eso no dejó pasar la oportunidad, fue ponernos en contacto con el bichito de la duda. Es decir él ya ejercitaba el juicio crítico y conocía la dialéctica hegeliana, algo desconocido para la mayoría de nosotros.

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