miércoles, 23 de julio de 2008

EXPERIMENTOS ABERRANTES

Uno de los diarios nacionales de hoy, registra la noticia de las extravagancias de un grupo de jóvenes correntinos, que incendian palomas, el animalito que simboliza la paz. Las rocían con combustible, les prenden fuego y las lanzan al aire, a la vez que uno dice “que Dios me perdone”. Pero además lo han filmado y como si fuera poco, lo han subido en You Tube a la Web, para escándalo no sólo de la Asociación Protectora de Animales.

Así como la aparición de loros en una comunidad mendocina y luego también en General Acha, La Pampa, me trajo algunos recuerdos pueblerinos, esta noticia también me hace recordar las andanzas de un grupo de jóvenes victoriquenses que en la década del 50 hacían algo parecido.
Se trataba de un hijo del farmacéutico, de uno de los hijos del sastre de al lado, del hijo más chico del médico y de algunos amigos más.

En Victorica pagos de la paloma torcaza que vive en el bosque de caldén, había también por ese entonces algunas familias que en el amplio patio de su casa tenían palomas mensajeras.



Palomas torcazas Foto Lerc 2008 campo Las Tres Marías

Estos niños, porque eran eso, niños de entre doce y catorce años, se “divertían” colocándoles a las palomas un alambre por debajo de las alas, Para que las alas se mantuviesen abiertas se las ataban a ese alambre y luego de inmovilizarlas para que no pudiesen volar, le colocaban en el culo un cohete. La paloma era depositada sobre el espejo de agua de un tanque lleno hasta el borde. Recordemos que en casi todas las casas del centro había molinos de viento con un tanque para almacenar agua.

El experimento consistía en encender el cohete y verificar si la paloma en su aleteo conseguía zafarse y levantar vuelo o el miedo y el olor a pólvora expulsaba el cohete y se salvaba.
La mayoría morían cuando el rompe portones explotaba y volaban por el aire las plumas del indefenso animal que terminaba despanzurrado.

Estos mismos chicos produjeron otros experimentos con animalitos. Uno era pasar por los estantes de la farmacia con una jeringa y extraer de cada frasco unos centímetros del producto, luego cuando la jeringa estaba llena, se la aplicaban a las gallinas. Para los niños de hoy y sobre todo quienes han nacido en las ciudades, comento que en cada casa también por esa época existía un gallinero con varias gallinas, más un gallo, que proveían de pollos y huevos para el consumo hogareño.

Las gallinas o el pollo que era inyectado, andaba unos metros y luego comenzaba a caminar como si estuviese borracho hasta que, el estrago surtía todo su efecto, la danza macabra era la diversión del grupo de jóvenes.

Otros animalitos que sufrieron estos alocados experimentos fueron los gatos. En cierta ocasión tomaron un gato negro y un gato blanco, a los cuales les cortaron la piel en cuadraditos y los injertaron para que cada gato quedase como un tablero de ajedrez.

Como se puede apreciar estos ejemplos de conductas aberrantes, no estaban influenciados por la televisión que no existía por aquellos pagos en ésa época. Menos por la Internet que no se había inventado.

Al hijo del boticario lo apodaron “el loco” quien también solía gozar con otras ideas con perros al que les ataba algo a la cola y sapos a los que obligaba a fumar. Creo que también colaboró con su rifle de aire comprimido, cuando el Municipio local decidió “combatir a muerte” a los molestos pajarracos que anidaban en los eucaliptos frente a la escuela.

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