domingo, 29 de junio de 2008

ACERCA DEL MERCOSUR

En 1988, el ex presidente Alfonsín firmaba con los tres mandatarios de Brasil, Paraguay y Uruguay, la carta fundacional de lo que se denominó Mercado Común del Sur.

Recuerdo que dos años después y ya con Menem en la presidencia, mientras cruzábamos la Plaza de los dos Congresos con el senador Rubén Marín y Carlos Grosso que luego sería designado intendente de la Ciudad de Buenos Aires, el tema del momento era justamente la importancia de la continuidad de los acuerdos que había realizado el nuevo presidente a la política de integración.





A mi me quedó grabado la reflexión que en ese momento expresó Grosso con respecto a las posibilidades que se habrían para el futuro con el MERCOSUR. “Brasil, por su cantidad de habitantes, tiene un mercado interno sumamente importante. Los chilenos que aún no están, pero seguramente se sumarán, tienen capitales para invertir y nosotros desde la Argentina, podemos aportar nuestra capacidad de gestión, con nuestros empresarios, con nuestros técnicos y profesionales de muy buen nivel académico”.

Un par de años después de ese momento me tocó compartir una reunión, en Buenos Aires, de ministros de Educación provinciales con la misión del Banco Mundial, que estaba dispuesto a financiar el programa de transformación del sector educación, luego de sancionada la ley Federal.

Una de las consultoras resultó ser una ex intendenta de un municipio brasilero, experta en temas de educación. Del intercambio de ideas, sobre las realidades de nuestros países, tocamos también el tema del MERCOSUR no sólo económico sino también cultural y educativo. Para mi sorpresa y a pesar del deterioro de nuestra economía después del estallido de la hiperinflación en la gestión Alfonsín, ella guardaba, me pareció un cierto temor, con respecto a quien podría capitalizar mejor los beneficios de la integración.

Hice un comentario con respecto al mercado interno, al sentido de Nación que tienen los brasileros y aún la visión de largo plazo con la que se conducen los empresarios de aquel país.

Pero ella me acotó, “si pero Uds. tienen una gran ventaja, que es el nivel cultural y de alfabetización de la población”. Es decir, desde afuera y desde lejos todavía la Argentina mantenía en el imaginario Latinoamericano, a pesar del deterioro, a pesar de las crisis continuas, que habían producido hacía ya tiempo una pérdida importante en la calidad de la educación argentina, la valoración de ese capital social, continuaba siendo apreciado por los extranjeros, como una ventaja que no tenían los demás países.


Lamentablemente las sucesivas crisis internacionales del “tequila”, la crisis del sureste asiático del “arroz”, la crisis de Rusia y la propia del Brasil entre 1995- 1999, hicieron que la Argentina no pudiese cumplir con el capitulo de financiamiento del Programa de Transformación del Sector Educación. Y aquí estamos, después del estallido del modelo de la convertibilidad discutiendo que vamos a hacer con nuestro sistema educacional en el que han crecido la repitencia y el desgranamiento los últimos años.


Mientras tanto, los brasileros han encontrado petróleo en la cuenca marina, lo que les da una muy buena perspectiva para su industria que continúa desarrollándose. Los empresarios brasileños están comprando empresas argentinas, sobre todo del sector alimentario. Han controlado su tasa de inflación, han disminuido la tasa de riesgo país y al haber logrado hace poco el “grado de inversión” de los organismos internacionales, están recibiendo inversiones extranjeras directas en mucha más proporción que la Argentina.

Ello obviamente no es producto de la casualidad y exclusivamente de los vientos favorables del sector externo, sino de decisiones como la de invertir el 1% del PBI en Investigación. Chile le sigue con el 0,65% y el resto de los países latinoamericanos, dentro de los que está ARgentina, invierte menos del 0,5 %.



Pero por si eso fuera poco, el presidente Lula acaba de hacer un anuncio que marca la visión de largo plazo y las políticas de Estado con las que está gobernando. Ha decidido que parte de las ganancias que otorguen la explotación de los nuevos pozos petrolíferos se destinará a invertir para mejorar sustancialmente la educación de su país.


En cambio nuestras marchas y contramarchas y las vueltas en círculo, demuestran que los gobiernos argentinos de la última década, no han sabido, no han podido o no han querido apostar a la inversión por más y mejor educación como una prioridad que esté al margen de las periódicas crisis económicas y financieras que hemos vivido y que han hipotecado el futuro argentino por muchas décadas.

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